martes, 27 de diciembre de 2011

El cuento de aquella vida

Era difícil de entender que Ella apareciese de repente, como siempre arrogante, desafiante, poderosa, inicua y siempre injusta. Por eso ella no lo entendía una vez más, y por eso durante varias albas amaneció rojizo oscuro otra vez.

Y además esa noche Ella sembró tanto terror que todos se asustaron y huyeron despavoridos. Todos menos una ardilla despistada que no entendía por qué de repente estaba sola en el bosque.

Entonces ella se sentó a descansar, buscó el diván donde se guardaba la caja de los secretos y lo preparó como en los mejores tiempos: busco aquella manta de cuadros de nosequé color indefinido, la almohada de plumas que le hicieron los pajarillos y puso el sol en la ventana. Porque aunque era de noche encontró al sol en un rinconcillo, agazapado. Por eso no brillaba mucho, pero bueno, ya brillaría cuando amaneciese.


Había que volver a convivir con Ella y ella lo sabía. Así que una vez que descansó salió a pasear por un camino que era un poco pedregoso para llevar tacones, pero había que estar guapa para la ocasión. Tal vez caminando por allí se encontrasen y conversasen... y menos mal que se sentó un poco a descansar en mitad del sendero, porque si no...



"Lárgate", le dijo a la ardilla. Pero luego se dio cuenta de que tal vez no estaba tan mal que estuviese por ahí pululando, así que no se lo dijo nunca más.



Después ella se cansó otra vez de caminar, de convivir con Ella otra vez, tal vez de respirar, o de respirar como Dios manda, y buscó otra vez el diván. En realidad lo habían restaurado y ahora era más bonito y cómodo que antes, así que se podía dormir allí durante muchas noches. Y por eso se podía amanecer allí durante muchas madrugadas... uf, menos mal...



Al alba ella se recostó a soñar porque a dormir no se atrevía, pero consiguió descansar, exhausta, aunque Ella la vigilaba. Tal vez sólo debían aprender a convivir. O tal vez no... pero eso será otro cuento que tal vez ella no escriba jamás...




Érase una vez el cuento de ella y de Ella. Y érase una vez una noche, y erase una vez un alba...

lunes, 28 de noviembre de 2011

Cuento de otoño, capítulo II

Una noche el poeta se sintió triste. Tal vez porque esperaba encontrar algún amigo en el camino que pasa por el bosque y sólo escuchaba su corazón apresurado. Y por eso subió y subió para ver el océano infinito desde donde sólo habita el hielo y la escarcha.

Y reparó en un bosque de relente plateado donde nada parecía estar vivo. Y se acordó de el cuento de otro poeta que una vez leyó, y lloró con amargura.

Así que decidió volver a la tierra donde estaba el otoño, a ver si el brujo que tenía amuletos contra los malos sueños estaba por ahí.

Y caminó durante horas oscuras, veía borroso una vez más, y sólo rezaba que mañana amaneciese grandiosamente. Esta vez tenía que ser así por siempre...


Esta noche volvieron las quimeras impías que no nos dejan dormir... por eso me acosté buscando un sueño.

sábado, 29 de octubre de 2011

Cuentecito del poeta y la bailarina

Erase una vez un poeta que escribió un poema de amor y decidió lanzarlo al mar en una botella. Y por eso un día de otoño se fue a la ciudad más bella del mundo y lo arrojó al canal que llega hasta donde nacen los sueños.
Y una noche de luna, aquella bailarina que danzaba sobre una cresta de espuma blanca, emergió del poema para hacerse real para siempre.
Y vivieron felices por siempre jamás. Lo se porque les vieron pasear abrazados por un el camino de La Tierra de los Cuentos.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Cuento de Otoño

Erase una vez una pequeña tierra en medio de nomeacuerdodónde a la que una noche llegó el Otoño. Y se cayeron las hojas de los árboles, como suele pasar cuando el Estío se marcha a dormir, y unos niños bailaban haciéndolas volar hasta donde el cielo se vuelve de otro color.

Allí vivían gentes pequeñas, tampoco me acuerdo si eran gnomos o elfos, sólo se que no levantaban dos palmos del suelo. Pero una vez se sintieron grandes y ya nunca más se dieron cuenta de que eran chiquitos como las setas donde moraban.

Y una vez llegó un poeta que tenía una Estrella menuda en el bolsillo. Y decidió quedarse allí para escribir el cuento más bello que nunca existió. Así, un día se fue a pasear por un bosque que siempre había estado allí pero que él nunca había visto, y se encontró un hada que tenía mucha mucha magia pero que no lo sabía, o tal vez sí, pero una mañana que se despertó sobresaltada se le olvidó. Y por eso fue a buscar a un brujo que le regaló nosequé que le protegía de los malos sueños. Y entonces, aunque nunca supo por qué, se sintió aliviada.

Y como en esa tierra había Estrellitas plateadas y montañas que llegaban hasta la Luna por todas las esquinas, el hada se quedó por allí, de momento (yo creo que alguna que otra también se trajo ella, porque llevaba un morral muy sospechoso...).

Y un día que hubo una fiesta en el bosque, organizada por los elfos más ancianos, se pudo ver por allí todo el elenco de gnomos, hadas y demás seres pequeñitos que se sentían gigantes. Uno que vino de una tierra más lejana aún se paseó por allí y le gustó y también se quedó. Tal vez porque el Otoño se había impregnado un poquito del revoltoso Estío que dejó su estela de nosequé por toda aquella tierra lejana.

Y entonces el poeta, que vio todo esto desde una colina a la que subió a fumar un cigarrillo de malvarrosa, decidió empezar su cuento. Así que colorín colorado, este cuento sólo ha empezado...


Esta noche volvió Estrellita, y por eso se hizo el Otoño. Y todo se tornó de mil colores, como cuando volábamos desde aquella ventana.

lunes, 8 de agosto de 2011

El cuento de la luna que se perdió en el mar

Erase una vez una luna que se perdió en el mar. Fue una vez que se fue a mirar y como se tornó vanidosa se le olvidó por donde se volvía al cielo. Y como no supo volver en muchos siglos se quedó a vivir en el océano.

Entonces las noches se volvieron oscuras, nadie entendía el porqué. Pero todos estaban muy preocupados porque los peces de plata se asomaban tanto buscando la luz que muchos se atragantaban con el mistral y nunca más tornaban a jugar con las posidonias. Y los amaneceres se volvieron tan rojos que hasta los duendes más valientes se escondían en la seta más recóndita porque les daba miedo mirar el alba. Y los pinos que custodiaban la orilla se volvieron amarillos porque cada atardecer un escalofrío les secaba una espina.

Menos mal que una sirena que era muy lista decidió coger a la luna traviesa y ponerla en la cresta de una ola. Y los tritones soplaron tan fuerte que levantaron tanta espuma de sal que durante algún día y muchas noches se vio una columna que llegaba casi al infinito por encima del horizonte. Y aquella noche en que todas las hadas lloraban porque no encontraban su magia entre tanta tiniebla burlona, un frío glacial recorrió todas las almas para escaparse a la nada, y las hizo recuperar su calor, y todos lloraron otra vez con lágrimas de sal por la alegría que les desbordaba nosequé sentimiento.

Por eso cada noche la luna se refleja sólo en el ombligo de aquellas almas que nunca acabaron de crecer. Y a veces la luna se cuela en las tripas de alguna. Como aquella vez en que fuimos puros. Como cuando viajábamos en un sueño sólo porque pensábamos en cosas bonitas.


Sólo espero alguna noche volver a recuperar el rayo de luna que perdí. Tal vez se lo llevo una ola de mar, tal vez se tornó sal y se fue en una lágrima.

miércoles, 13 de julio de 2011

pequeña rime que robé en un momento dado

Gime, bandoneón, tu tango gris;
quizas a ti te hiera igual
algun amor sentimental...
Llora mi alma de fantoche,
sola y triste en esta noche,
noche negra y sin estrellas...


Porque hace ya mucho mucho
tiempo fuimos los niños que
nunca dejamos de ser,
y cada noche nos tornamos ellos.

jueves, 7 de julio de 2011

Cuento para una chica con nombre de mar

Hace ya muchos muchos años, o tal vez en los tiempos en que los siglos existían, una princesa que venía del centro de los mundos se sentía triste. Y como una vez que escuchó cantar a un poeta éste le susurró al oído que era mejor llorar al lado del mar, allí se fue, buscando un amanecer rojo como el fuego.

Y descubrió el océano, y tanto le gustó que se le pasó la pena y sus ojos se tornaron dos luceros del alba.

Así cada mañana iba a ver el cielo volverse de mil colores, como en los sueños que una vez quiso tener, o que tal vez sí tuvo. Y olía a sal, y a peces plateados, y a estrellas de coral.

Así cada día, hasta que uno en el que se acordó de nosequé que ya ha olvidado llego un príncipe azul en un caballo blanco. Y entonces de repente se dio cuenta de por qué aquella noche de invierno se fue hasta allí: estaba buscando su príncipe al lado del mar.

Y como en todos los cuentos que se precien, vivieron felices y comieron perdices… lo malo es que algunas veces venía un principito que nació de una noche de luna y se las comía todas, ¿o era una princesita? Pues como este cuento no se ha acabado, ya lo veremos…


Para todas aquellas princesas que un día descubrieron el mar. Como ella, como el mismo oceano. Como si fuese la primera vez que una ola irrumpiese en un sueño.

sábado, 2 de julio de 2011

Calor, calor, y sueños a raudales

Esta noche evoca en mi alma el olor a baldosines calientes, regados de cerveza y sueños. No recuerdo dónde estaba aquel lugar, una vez lo soñé y apunté la fecha en un almanaque amarillento, pero tampoco me acuerdo por donde lo dejé.

Y entonces fui a buscar una caja de secretos donde había un poema escrito en un cuaderno de espiral. Y la caja no existía, no se si nunca existió. Tal vez nadie escribió nunca aquellos versos, pero una vez pensé en un poeta que tenía delirium tremens y que lo plasmó en su cuaderno, no lo puedo haber inventado.

Miro por la ventana y arde el cielo, calor y más calor. Miro la Estrellita y sigue ahí. Siempre está ahí, cada día brilla más. Se está haciendo gigante, como Ella.

Tengo que ir a buscar algo que olvidé allí, a ver si ya han regado las calles y puedo sobrellevar esta canícula insoportable. Creo que era una bolsa de chuches, creo que estaba en un patio, pero no estoy segura. Tal vez me hice demasiado mayor para comer chuches, sólo espero que Ella siga ahí para guiarme entre las sombras apresuradas de la noche.


Calor, cordura, locura, y más calor. Quimeras impías que no nos dejan dormir. Menos mal que no hay nada que nos consiga quitar de soñar.

El regalo de cumpleaños

Érase una vez un elfo del bosque que quería que fuese su cumpleaños para que un hada amiga suya le hiciese un regalo. Y así se lo dijo. Y ella decidió hacer una tarta de arándanos y buscar por todo el bosque un regalo que le gustase.

Así se fue a la cima de la montaña más alta, y pensó el hacerle un muñeco de nieve. Porque al elfo le gustaba levantarse por la mañana y sentir el frescor del alba, porque eso le hacía sentir en su alma el don de la locura que nunca había perdido. Así, si ponía el muñeco en la ventana, todas las alboradas serían frescas... pero tal vez el estío no sería muy benevolente con su regalo... mmm... ese hada loca siempre olvidaba ciertas cosas.

Entonces se marchó al bosque, donde viven los gnomos, debajo de las setas gigantes donde nadie les ve. Y les pidió un diamante de esos que guardan ellos, donde se refleja el arco iris. Pero el elfo tenía el don de la sencillez y los geniecillos le dijeron que tal vez no le gustaría un regalo tan presuntuoso.

Se fue pues al camino donde crecen las flores amarillas, ¡iba a hacer el ramo más bonito del mundo!. Pero las abejas estaban tan hambrientas que le dio mucha pena llevarse su comidita. Además, el elfo tendía el don de la bondad y no le iba a gustar mucho que sus amigas las abejas, que según contaban algunos no eran más que hadas golosas, se quedasen sin cenar esa noche.

Fue cuando de repente pensó lo que realmente le gustaría a su amigo, ¡ahora sí estaba segura! Y por eso se fue a buscarlo al lugar de donde ella venía. Y ella se lo puso en un bolsillo y, como siempre, le dió un beso de amor para que no tuviese frío por el camino.

Y cuando el elfo vió el rayo de luna se lo puso en la frente y nunca más se sintió pequeño. Por eso desde entonces le llaman el gran elfo, ¿o tal vez fue porque tenía el corazón más grande del mundo?


Siempre seguiremos creyendo en los sueños, aunque los inventemos nosotros. Porque siempre habrá un amigo que esté dispuesto a inventar un sueño para nosotros.

jueves, 23 de junio de 2011

Por lo que nunca fui

Esta noche es triste por lo que nunca fui. Porque nunca fui el sueño de aquel duende de las sombras, y por eso se fue. Porque yo se que no se fue por lo que soy, sino por lo que nunca fui.

Porque fui un hada que le enseñó el camino al mundo de la luz, que se le había olvidado. Y una vez le escribí un cuento que no se acaba nunca para que siempre tenga un final feliz. Y un día le regalé una estufa que sólo funcionaba con leña, ¿o tal vez me la regaló él a mi?. Y otro día le regalé un día que sólo tenía unas pocas horas, pero no le gustó mucho. Y todo porque una vez me escapé a una isla muy lejana para encontrale allí y enamorarme para siempre, pero después se le olvidó lo bonito que era estar frente al mar junto a mi.

Porque nunca fui ese sueño de libertad que él buscaba, y por eso tal vez se enfadó un día y nunca más se le pasó. Y por eso ha buscado ese regalo del tiempo fuera de mi mundo de prisas y jaleos, y de cuentos que nunca acaban, y de lunas que salen y se esconden cuando estamos tristes.

Por eso se fue, por lo que nunca fui. Y por eso tuve que dejarle ir, porque no era feliz a mi lado porque al final yo me torné triste y se me escapó la magia de tanto llorar.

Por amor, porque siempre supe que fui un puente que cruzaba el camino hacia el mundo de la luz, por eso le tengo que dejar ir como tantas veces me pidió. Por eso ha buscado su sueño fuera de mi noches sin luna.


Cada noche, mientras siga en este mundo de mortales al que un día llegué buscando una estrellita, soplaré una estrella en el cielo para que te de luz, no olvides nunca encontrarla.

miércoles, 22 de junio de 2011

Rima robada

Dondequiera que estés,
te gustará saber
que por flaca que fuese la vereda
no malvendí tu pañuelo de seda
por un trozo de pan
y que jamás,
por más cansado que
estuviese, abandoné
tu recuerdo a la orilla del camino
y por fría que fuera mi noche triste,
no eché al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.

Por ti,
por ti brilló mi sol un día
y cuando pienso en ti brilla de nuevo
sin que lo empañe la melancolía
de los fugaces amores eternos.

Dondequiera que estés
te gustará saber
que te pude olvidar y no he querido,

y por fría que sea mi noche triste
no echo al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.

Dondequiera que estés...
si te acuerdas de mí.


  • Y si te toca llorar, es mejor frente al mar...

jueves, 19 de mayo de 2011

Esta noche

Una vez se me rompió un sueño y tal vez no lo encontré nunca más. No lo se, lo busqué, nunca quise despertar, nunca quise que fuese de día, pero no me acuerdo si al final amaneció. Sólo se que una noche se me borró la sonrisa y sentí otra vez que había fracasado en el intento de vivir en esta vida. Porque un día mi cuento se desvaneció y ya nunca más volverá. O sí, porque si mi cuento se muere yo me moriré para siempre en el olvido, y ese lugar me espera, no puede ser que no termine allí donde nace la genista.

Siempre estuve ahí, siempre, aunque mi sueño se rompiese, aunque tantas veces todos se compadeciesen de mi, aunque mi estrellita se pusiese triste alguna vez, aunque sintiese miedo por ella, y no entiendo que fue lo que de repente me torné mundana y despreciable. Sólo lo puedo entender si siempre lo fui aunque alguna vez no lo pareciese.

Y ahora tal vez me he roto para siempre, sólo soy añicos de cristal sin magia ninguna. Hoy me siento que no puedo más, si al menos hubiese quien escuchase mi corazón y me dejase su hombro para llorar me sentiría mejor, pero ella ha vuelto esta noche y es todo lo que tengo, !¿por qué no se marcha de una puta vez?!

No puedo más esta noche, no puedo con esta vida. Si volviese a ese lugar donde nace la genista al menos dormiría tranquila porque allí no hace tanto frío. Dios que noche más triste. Porque no puedo dormir, porque no puedo respirar más este aire enrarecido de pesar, porque me duele tanto. Porque no entiendo nada. Tal vez me voy a ir allí para siempre, poco a poco, o de una vez por todas, no lo se, no quiero ni saberlo, también me hace daño este camino.


Querido lugar: otra vez te busco, ¡por qué tantas veces!

miércoles, 18 de mayo de 2011

El diván que tal vez guardó un poema

Para que no se le olvidase nada lo escribió en un poema. Y lo guardó en una caja de música, y la caja de música en un caja de zapatos, y la caja de zapatos en un diván. Y un día se marchó y se olvidó del diván y de las cajas.

Y un noche yerma se acordó del poema y volvió a buscarlo, pero ya no estaba el diván. Y entonces por un momento sintió miedo de que se le olvidase. Y por eso se sentó a escribirlo otra vez.

Pero la noche pasó, y el día se consumió, y llegó otra vez la luna, o el alba, no se acordaba. Y el papel se tornó amarillo porque nada tenía escrito. Por eso se durmió, tal vez un siglo, a ver si lo soñaba.

Y cuando un día pensó que se había hecho mayor de repente se acordó que nunca llego a escribir nada en aquel papel que guardó en la caja de música, y en la caja de zapatos, y en el viejo diván.

Así que le escribió aquel poema que siempre le había debido, o no, pero que siempre habitó en aquel cajón del diván, o tal vez en su alma.

Y una noche, o una mañana, el más bello poema jamás leído apareció escrito en cuaderno de esos de pequeños cuadritos. Así se dio cuenta de que todavía no se había hecho demasiado mayor.


Mientras hay un poema que escribir habrá un sentimiento que nos haga estremecer el alma. Porque si no sentimos intensamente, como niños, moriremos irremediablemente.

martes, 17 de mayo de 2011

La noche fría

Esta noche hace frío, frío de hielo. Porque se ha escarchado el reino de las sombras y la ventisca llega hasta aquí. Se ha colado por las ventanas y por debajo de estas puertas que nunca se cierran porque están rotas y viejas.

Una vez estuve en un plaza donde también hacía frio, me acuerdo, pero yo no lo tenía. Y me encontré un calendario roto y lo pegué, pero no me acuerdo dónde está, creo.

Mañana tal vez salga el sol temprano y no tan tarde como estos otros días. Porque mi tierra no se calienta, no se quita nunca la nieve de mi patio, se ha hecho eterna.

Pero esta noche hace frío, lo se porque veo el horizonte tembloroso y las estrellas difusas. Y lo advierto. Y un halo de escarcha se vuelve a colar otra vez por mi ventana. No lo resisto, no lo quiero.

Voy a esperar. Sí. Voy a esperar al calor de alba. A ver si se lleva el hielo del suelo y de las paredes. Y si no me arroparé con un manto de luna.


Al menos no prenderé mi hoguera con besos, ni con sueños. Ni con vidas, ni con recuerdos.

domingo, 15 de mayo de 2011

Aquella mujer

Aquella mujer vuelve esta noche a visitarme. Como siempre la oigo llamar a mi puerta y no la abro, pero ella se cuela por mi ventana y se sienta en mi sofá, como siempre impasible, con esos ojos negros infinitos, y me mira fijamente diciéndome con la mirada que no puede hacer nada, tan solo quedarse conmigo una noche más.
Y entonces me voy a la cocina, y me sigue y se pone a hacer un té. Y me tomo el té y se me hiela en las venas, y le grito que se vaya, pero ella ni se inmuta, y me sonríe.

Aquella mujer se mete conmigo en mi cama y me hace estremecer con su gélida respiración. Y otra vez siento un frío insoportable, otra vez no existen mantas en el mundo para calentarme.
Me levanto, no me deja dormir, voy a fumar otra vez, quiero que el humo se lleve mi agonía pero sólo me quema la garganta y no me deja respirar.

Aquella mujer me sigue cuando fumo, cuando me tomo el té, cuando sueño, y no quiero que se meta en mis sueños, quiero que se vaya de una vez, que deje de entrar por mi ventana otra vez, que me deje sola con mi noche oscura. Porque me hace daño su aliento, su mirada, su aspereza, su inclemencia. Y ella permanece inalterable, inquebrantable, firme, estoica, fría.
Tal vez si vinieses esta noche conmigo ella se fuese. Por ahora sigue ahí, en mi sofá, mirándome fijamente.


Buscaré una almohada de Luna a ver si así puedo soñarte esta noche. Tan sólo acuérdate de mi en tus sueños.

viernes, 13 de mayo de 2011

Buenas noches

Buenas noches. Esta noche no encontraba la luna, pero cuando la buscó encontró una estrella que brillaba inquietante y lejana, tan lejana como el olvido. Y se fue a buscar otra estrella para que la otra no se pusiese triste por si se sentía sola, pero no la encontró en horas, en siglos, y entonces salió a buscar otra vez la luna, sin suerte.
Buenas noches. ¿Sabes dónde habita la aflicción, dónde mora la desolación? Una vez las busqué a ver si así me cerraba una herida del alma, pero no la encontré porque era tan triste el camino que me di media vuelta antes de empezar.
Buenas noches. Erase una vez un poeta que se perdió en una plaza que fue a visitar. Y todos le buscaban, y nadie le encontraba porque se escondió en un poema que una vez escribió. Pero nunca cayó en la inadvertencia.
Buenas noches. Sí. Se morirá buscando el porqué de que lo más bello que puede haber en el mundo no consiga ordenar todo lo demás, ponerlo en fila en un camino recto sin más, y sin menos. ¿Por qué buscamos algo perfecto, por qué no sólo algo bello? ¿Y por qué elegimos el camino que no queremos?
Buenas noches. Voy a ver si encuentro la luna, o la casa perdida, o al poeta, o a su poema, o tal vez otro poema, o algo bello sin más que me haga sentirme bien aunque sólo sea un segundo, o un siglo. Y me los prenderé en el alma, o en el corazón, o mejor en las tripas, sí, como siempre.

Buenas noches, dulces sueños.

viernes, 8 de abril de 2011

Sólo existimos

Tantas veces te he soñado que nunca llego a entender por qué nunca las mariposas de mis tripas dejaron de aletear cuando te iba a ver.

Tantas veces quise ser tu tabla de náufrago, tu estrella polar en la noche perdida, tu utopía alcanzada. Y al final creo que sólo me convertí en la gota de lluvia que un día se posó en mi ventana y donde se reflejaron tus ojos, porque aunque se que cada latido por ti fue lo más cierto que jamás sintió nadie, mis tañidos sonaban tan débiles que se los tragó la tormenta.

Y nunca llegué a ser Penélope para tejer tu colcha, ansiosa de besos y de piel salada, ávida de sueños por cumplir, vehemente del amor que está por encima de todo. Porque me niego a creer que haya algo que esté por encima del amor, porque por mucho que tengamos que morar en esta vida lejos de La Tierra de los Cuentos, no puedo, no quiero, no soy capaz de admitir otra cosa.

Y aún así te sigo soñando por detrás de un mar de lágrimas imaginarias que un lagarto nunca llegó a echar. Y me hundo, me rindo, me vuelvo a levantar llena de esperanza, y vuelvo a llorar porque estoy muy triste.

Porque yo aposté por nuestro amor por encima de todo, una y mil veces, siempre. Y porque ya creía que no podía llorar más y es mentira, y me alegro, porque te sigo sintiendo, porque mi pasión no se ha acabado, porque no me he vuelto de piedra ni de sal como Edith por mucho que me vuelva una y otra vez a mirar hacia atrás.

Esta noche sólo te quería escribir un cuento de esos penosos que escribo yo, de estos que antes leías, tal vez para que caiga en el olvido como otros tantos, tal vez para que ni siquiera lo lea nadie. No, mejor lo voy a poner en la pata de una paloma para que lo lleve a tu ventana.


Sólo existimos porque alguien nos piensa, nos necesita, nos ama...
...y yo no quiero nunca más dejar de existir.

martes, 5 de abril de 2011

El cuaderno de bitácora

Erase una vez una sirena que encontró un cuaderno de bitácora que fue de un marinero que, una mañana, decidió llegar al país donde nace el sol. Y después se marchó a recorrer el mundo durante tantos años que un día olvidó de donde venía. El cuaderno era muy muy antiguo, por eso tenía el color amarillento de los niños que no conocen la luz del sol y el dulce olor a humedad enrarecida por los tiempos.

Y buscando entre sus páginas encontró un poema de amor que, sin duda, escribió un ser virtuoso para su amada, un hada llamada Albedrío que nació un amanecer de abril después de una tormenta marina.

Entonces se acordó que ella conoció a ese hada cuando todavía era una niña, en el siglo donde las mujeres llevaban túnicas de algodón blanco y las diosas dejaban entrever su blanca piel con tules de seda rosa. Y se acordó de que una vez le prestó un cuaderno de bitácora que tenía cosas escritas sobre nosequé estrellas, en latín y tal vez en un raro idioma llamado español, que se hablaba en un país muy lejano que una vez escuchó que estaba más allá de varios horizontes. Lo que no se acordaba es por qué aquel poeta lo cogió una vez y se lo llevó para plasmar sus versos en aquellas enormes hojas de pergamino.

Y como tanto le gustó decidió guardar el cuaderno en una caja de cartón y oro que encontró en el desván de Neptuno, lejos de los traviesos tritones que coleteaban por las tardes de estío para refrescarse. Y aunque nunca se olvidó de él tal vez se despistó de donde lo escondió. Así tal vez otra sirena lo encontrará cuando pasen mil siglos para que el poema no caiga nunca en el olvido.


Para todos los que se marcharon sin escribir un verso y para todos los que viven en la carestía de buscar el más bello escrito nunca jamás.

lunes, 28 de marzo de 2011

Desde la inopia de un almanaque amarillento

Hace mucho mucho tiempo que un hada atrapó una estrella y se la trajo a vivir al bosque donde conviven los seres virtuosos con aquellos que pululan eternamente a ver si encuentran magia. Y construyó un castillo de papel para que la estrella tuviese una casita lo suficientemente grande para expandir su blanca luz.

Y entonces se fue a trabajar de maga para un brujo que vendía trucos para niños y locos, para poder comprar mucho papel y que el castillo se hiciese grande y majestuoso. Y como era muy persistente aprendió artimañas suficientes para tener a su público embelesado tarde tras tarde. Y así poco a poco erigió un bodrio de atalaya que ella veía como un la mayor fortaleza jamás edificada.

Y entonces se encontró con un duende que le regaló una tormenta de otoño y se enamoró de él. Y le invitó a cenar a su castillo, una sopa de flores silvestres y una tarta de arándanos de los que crecen en lo más alto de la montaña. Y aunque al duende no le gustó la cena porque la sopa estaba sosa y fría y la tarta insípida y caliente se quedó a dormir en la cama grande de algodón, una y otro noche, nunca se supo muy bien por qué.


Hace ya mucho tiempo de esta historia, y esta tarde vi al hada paseando por el bosque con su estrella de la mano. Tal vez mañana si la vuelvo a ver le preguntaré por el duende de la tormenta.


Dedicado a los seres virtuosos que serán capaces de escribir el fin de ésta o cualquier otra historia. Desde la inopia de un almanaque amarillento.

domingo, 27 de marzo de 2011

Historia de un gato

Erase una vez una gato que tenía un ojo verde y otro violeta, tal vez por eso le llamaban Arco Iris. Y una noche que se cayó por la ventana se dio cuenta de que había ya gastado seis vidas, por eso se fue a buscar aventuras para apurar la última lo mejor posible.

Y entonces se fue a buscar a un amigo que hacía mucho tiempo que no veía, desde que ambos eran bolitas de pelo correteando detrás del ovillo de una abuelita que se mecía al atardecer. Y cuando lo encontró se alegró tanto de verlo que lo invitó a correr su última aventura con él.

Y así se fueron a buscar la nube que se les escapó una vez cuando correteaban y saltaban detrás de ella para atraparla. Y exhaustos acabaron durmiendo la siesta en el bosque donde tantas tardes pasaron antaño.

Y fueron a cazar ratones, y a beber leche a escondidas, y a jugar con los saltamontes y las salamanquesas que habitaban en los patios de los vecinos. Y después se escondieron debajo de la camita de aquella abuelita que ya gastó las siete vidas hacía ya tiempo.

Pero un día su amigo, que se llamaba Negrito porque era aún más negro que la pez, decidió volver a su casita porque se asustó un día que le persiguió un perro y, pensó, que como no se acordaba de cuantas vidas le quedaban, quería estar tranquilito en su casita por si acaso.

Y Arco Iris se fue solito a buscar su aventura. Y cuenta la leyenda que vivió la más fascinante, pero que muchas noches, sobre todo cuando menguaba la luna, añoraba tanto a su amiguito que sus ojos bicolor brillaban mucho más que las estrellas del cielo.


Cuando alguien nos deja de pensar, nos deja de necesitar, se nos muere una vida. Así hasta que se nos marchan las siete.

jueves, 17 de febrero de 2011

El susurro en la noche

Y erase otra vez un duende que se perdió en el bosque.

A la luz de la luna salió a pasear y cuando se quiso dar cuenta habían pasado ya más de ochocientas noches y mil amaneceres.

A veces se quedaba dormido en los brazos de una amiga que también estaba por allí perdida y entonces se sentía mejor.

Kilómetros de sueños pasaron por sus cabezas y kilómetros de amor pasaron por sus corazones, y aunque también pasaron muchas penas nunca dejaron de quererse.

Olvida las penas y vamos a empezar de nuevo, es lo único que nos queda... le dijo ella una noche, y entonces tuvieron un sueño bonito.

Volvieron a empezar de nuevo porque el amor pudo con todo, porque ella se curó y así por fin le pudo ayudar como él le pidió.

Todo se quedó en un mal sueño por fin, al menos eso soñó ella esta tarde.

Que pase lo que pase nunca olvides que te quise con toda mi alma y que siempre te voy a amar, y que mi pecado fue sólo ser débil.

Mas por Dios, hemos tocado fondo y sólo nos queda resurgir de nuestras cenizas. Y se que juntos lo podemos hacer... al menos eso le susurró ella al oído aquella noche tan triste...


Esta tarde soñe que te abrazada. Gracias por venir a mi sueño cuando te necesité.