domingo, 2 de diciembre de 2012

Sueño o muerte

Revoloteaba desnuda por mis sueños. No entendía por qué, pero luego me di cuenta de que acababa de nacer. Y por eso, porque solo era un bebé, se olvidó de vestirse porque hacía frío.
Esa noche me desperté buscándola, pero el alba se la había comido, impunemente, sin miramientos. Puto alba sin corazón.
Así, esa mañana, entre mis desvaríos, me escondí entre mis miedos y decidir olvidarla. Por siempre. Y la olvidé cada mañana, durante toda un vida.
Así pasé todo un siglo de calma, de caminar cada tarde en el camino del bosque buscando la quimera perdida. Y un día, cuando fui viejito, la encontré... qué bella era. Y nunca fui más feliz, porque por fin esa noche no salió la luna traicionera a cegarme con su luz blanca. Menos mal que tuve paciencia y esperé que se fuese, maldita, maldita luz inapagable que solo me recordó que cada primavera volvía a crecer esa puta yerba en el camino.
Adiós amiga del alma. Por fin te fuiste. Por fin dejaste de pisotear las flores cuando te daba la risa y despistada te olvidabas de que estaban ahí. Menos mal. Porque algunas tardes no lo soportaba más. Menos mal, porque aunque otras me daba la risa contigo, no sabía nunca cuando iba a ser, y eso nunca le gusto a nadie. ¿O sí? Pues no lo se, ya no me acuerdo. Gracias a Dios ya no me acuerdo.
Esta noche sin luna por fin dormiré sin ti. Sin que aparezcas en mis sueños, amiga mía. Amiga del alma. No fuiste nada más que un pequeño halo de luz, nunca fuiste nunca el hada que pretendías, la profesión te quedaba demasiado grande. Así que ya que por fin he muerto, o has muerto, no lo sé, vete para siempre.
Bueno, me voy a dormir. Ya veremos a ver si no vuelves. Es una putada. Eres una putada. Ya no sé si te soñé y nunca exististe o si desperté de una pesadilla sin ti.
Pero bueno, siempre me gustó darte un beso de buenas noches. Dulces sueños mi niña.