sábado, 27 de noviembre de 2010

Canción para Estrellita

Mirame nena y dime qué ves, soy un tipo normal
yo no he impuesto las reglas pero me gustar jugar.
Si quieres marcar mis cartas, me conoces muy mal.

Mira al cielo y verás mi estrella
brillar y brillar
verás mi estrella
brillar y brillar.

Me han matado tantas veces
que aprendí a resucitar
les gustaría que fuese facil
de domesticar.

Pero un corazón salvaje
no se rinde jamás.

Mira al cielo y verás mi estrella
brillar y brillar
verás mi estrella
brillar y brillar.

He peleado tan duro
que no me importa sangrar.
Se que mi personaje es el precio
que debo pagar.

Y ahora estás entre mis brazos...
creo en la eternidad.

Mira al cielo y verás mi estrella
brillar y brillar
verás mi estrella
brillar y brillar
verás mi estrella
brillar y brillar.


Dedicado a Estrellita.

Hasta siempre

Querido Yaakov:

Una vez llegaste a mi vida como de casualidad, como si siempre hubieses estado ahí. Y fuiste mi mejor amigo y luego el amor que llenó mi alma rota. Porque tu sueño roto se fundió con mi alma herida y se tornó un cuento de príncipes y princesas donde tan solo el amor importaba.

Pero los cuentos de princesas de mentira se vuelven verdaderos y amargos y no se pueden soportar porque le aventura de la vida se impone a los sueños más bellos. Y un día no podiste soportarlo más y te fuiste a buscar otro sueño más allá de mi pobre vida miserable.

Sólo te pido que no olvides nunca que yo te enseñé a volver a amar de verdad. Y en el fondo se que encontrarás tu sueño un día y me olvidarás, y me duele tanto que mi corazón se hace añicos. Lo único que me consuela es que si algún día te acuerdas de mi cuando mires la Luna o escuches la Lluvia, siempre me recordarás con cariño porque sabes que siempre te querré.

Ay amor, ¡te vas y yo tengo que dejar que te vayas para que seas feliz!... y de verdad se que tengo que hacerlo y a mi manera cobarde lo haré. Sólo se que ahora no puedo y no lo soporto, no puedo...

Y por eso no te puedo decir Adios. No puedo. No quiero. Hasta siempre Amor. Hasta siempre. Siempre estaré ahí y quiero que siempre estés ahí y no me olvides.

Denise

Esta noche se rompe mi magia, tal vez porque nunca la tuve. Pero no lo quiero.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Tras la noche

Si te dijera amor mío
que temo a la madrugada,
no se qué estrellas son éstas
que hieren como amenazas,
ni sé que sangra la luna
al filo de su guadaña.


Los hijos que no tuvimos
se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.


Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas,
¿no te destroza amor mío
esta silenciosa danza?
¡Maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana!


Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones
amor mío, al alba...


Mientras quede una canción triste que un niño tararee sólo un segundo seguiremos viviendo para que nunca se olviden nuestras miserias.

El cuento raro

Érase una vez un hada que salió de un trozo de carbón de encina. Por eso era negra como la pez, pero tenía los ojos más brillantes del mundo, más aún que los del azabache del collar de mi abuelita.

Y una vez se enamoró de un duendecillo blanco, blanquito como un rayito de luna. Y se fue con él al país de las nieves, de donde él venía.

Entonces construyeron una casita de piedras de río con una gran ventana desde la que se veían todas las montañas que habían cruzado hasta llegar allí. Y como el inviernó llegó el día que acabaron de hacerla se quedaron a morar allí hasta la primavera para no pasar frío.

Así, cada noche el hada le contaba un cuento al duendecillo, y éste la escuchaba embelesado hasta que Morfeo el travieso venía y hacía su encantamiento nocturno. Y luego dormían abrazados en su camita de plumas hasta que el sol les despertaba con su frío calor de noviembre. Y entonces hacían pastelillos y rosquillos de flor y los comían mientras reían y bebían vino dulce. Y eran los seres más felices del mundillo de las criaturas mágicas.

Pero una noche el hada tuvo que salir a apagar un fuego del bosque donde estaba su casita. Y era tan poderoso, tan salvaje, tan dantesco, que tardó casi un siglo en hacerse con él. Y cuando volvió el duendecillo estaba triste y enojado porque su sueño de magia se había roto y se había sentido mucho tiempo sólo, aburrido y sin su hada que le contase un cuento y le abrazase para dormir calentito. Y por eso se fue por la mañana para no volver nunca más.

Tal vez por eso el hada, desde entonces, siempre tuvo ojeras blancas. Y por eso lloraba cada vez que oía una canción y cada vez que encendía el fuego cada noche para calentarse.

Y tal vez el duende encontró su sueño más allá del horizonte negro de aquella hadita oscura que le quiso por siempre como nadie más en el mundo.


Gracias por haberme dejado creer en mi magia tantas veces. Hoy se desvanece para siempre.

martes, 2 de noviembre de 2010

Esta noche

Esta puede que sea la noche más triste del mundo. Porque desde aquella en que reinventé mi cuento para que saliese de las sombras nunca había oido tanto silencio, tanto sigilo que me rasga el alma.

Y aunque ayer ya sabía que esto acontecería hoy busqué por todos los rincones una señal que me sacase de esta pesadilla muda.

Siento haberme tornado tan terrenal que no se podía soportar. Siento haber desparramado mi mísera vida sin miramiento ninguno. Siento haberme dejado caer en los brazos de Morfeo como el más débil de los mortales derrochando toda mi fragilidad. Y sobre todo siento haber roto aquel sueño regalado en el que yo era una princesa que vivía en el castillo más alto del mundo donde todo se arreglaba con una pequeña magia.

Y siento ser tan miserable y tan débil que sólo me merezca un triste final, tan triste que hasta lo más bello que tengo se tornó un hiriente arma de blanco algodón. Y ahora sólo escucho ese silencio que me taladra el pequeño alma que aún me quedaba.


Por Dios que alguien me escuche porque no puedo aguantar este dolor de soledad. No quiero llorar más, no quiero padecer esta tortura sólo por haber perdido otra vez, no puedo soportarlo, no quiero, esta noche no por Dios.

viernes, 29 de octubre de 2010

Las palabras de mierda y de llanto

Aunque nunca me fui realmente esta noche te busqué impaciente. Querido lugar: tal vez aquella luna que soñé en fundirme con tu genista amarilla tendría que haberme postrado en tu lecho para quedarme allí para siempre.

Ha pasado tanto tiempo desde que volví a mi cuento y poco a poco renací de tus flores de estío que no entiendo por qué una vez más me he perdido en el camino del bosque.

Sólo siento que mi naturaleza humana me ha hecho desfallecer y perder mis fuerzas cuando no debía. Y ahora la puta soledad me corroe por dentro y me siento tan triste que sólo puedo llorar.

Tal vez me merezca este destino porque no soy fuerte ni brillante para meritar un final feliz. Tal vez tuve que ser más bella de lo que fui y no conseguí llegar al lago de donde nacen los cisnes. Pero nunca jamás me comí un beso de amor para sobrevivir a la hambruna de una noche oscura. Y de ningún modo quise herirte con mi lasitud, tan sólo me dejé llevar, me derrumbé y me eché a la noche buscando tus brazos para reposar.

Y me duele el alma tantísimo que no puedo soportarlo. Sólo puedo reconfortarme viendo dormir a mi Estrellita y tratando de volver a su mundo de donde nunca debi salir.

Esta vida es de los fuertes, de los ganadores. Y yo siempre pierdo las batallas. Siempre hay una opción mejor que compartir mis pequeñas miserias. Y ni siquiera me he tornado nunca un ser virtuoso para poder llorar al mundo con distinción. Ni siquiera mi Estrellita me necesita por mucho amor con que borde sus sueños cada noche para que nunca tenga miedo, sólo le puedo adoctrinar en mi debilidad. Y mi amor es tan pequeño para este mundo canalla que no se sinceramente si le servirá de algo cuando se torne una estrella de luz.

Se apaga mi luz y la magia que tal vez un día tuve se desfallece una vez más. Tal vez la noche que me colé en las sombras para rescatar un príncipe azul me quedé para siempre en la ciénaga de los lamentos.

Soledad y fracaso tiñen mi noche lluviosa. Y aún así sueño con que la lluvia te traiga otra vez y nunca más te aleje de mi ninguna maldita tormenta.

Y aunque mi alma se desfallezca con mis lágrimas y con mis torpes palabras, mi sueño durará hasta mi más temido amanecer.

Ya mis ojos se están cegando tanto que no consigo ni tan siquiera que un clarito de luna venga a auxiliarme. Y aún así le pido a ella que nunca me abandone y que mi deseo desesperado se cumpla.


Torpes palabras para una noche que nunca debió llegar. Disculpas a todos por tanta falta de belleza.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El cuento del duende y la lunita

Erase una vez una pequeña luna que se perdió en agosto. Su mamá se había ido hacía dos días a visitar a un amigo que vivía en uno de los anillos orbitantes, y ella se aburría tanto que decidió darse un paseo por donde habita el alba.

Y se tropezó con una estrella errante que corría como una exhalación y por eso se cayó al bosque, justo donde habitan las sombras. Y se encontró con el duende rey, que la invitó a almorzar y dormir la siesta bajo su eucalipto favorito.

Entonces fue cuando se hicieron tan amigos, y él le contó que una vez estuvo enamorado y que una noche oscura su amada se perdió. Y la lunita le dijo que, como ella también estaba perdida, iba a ir con él a buscarla.

Y se fueron a una montaña muy alta. Y allí no estaba. Y bajaron a los valles y a los otros bosques donde la luz del día hace que crezcan las más bellas flores, pero también sin éxito alguno. Y se cansaron tanto de caminar que cayeron exhaustos y durmieron durante noches y días. Y aunque sus fuerzas desfallecieron muchos momentos de frío nunca cesaron en su empeño porque como se hicieron tan amigos se lo pasaban muy bien hablando y hablando, contándose sus pequeñas vidas e imaginándolas grandiosas y llenas de aventuras increíbles.

Y una noche clara como un día llegaron al gran lago. Y allí estaba ella, blanca y majestuosa como nunca. Entonces el duende de las sombras lo recordó todo: ellas siempre había estado allí esperándole. Sólo pasó que un alba que ella se hizo muy pequeña a él se le olvidó, y por eso se fue errante durante tanto tiempo. Y ya nunca más se separaron porque encontraron juntos el camino donde para siempre mora el amor.

Y la pequeña luna también encontró a su mamá y se fue con ella a contarle todo lo que el duende le relató, una y otra noche.


Si una noche crees que me he perdido búscame en el reflejo del lago donde mora mi alma para siempre.

miércoles, 14 de julio de 2010

El cuento roto

Se que debería escibir un cuento de hadas, de duendes, de príncipes y princesas, pero una vez más mi noche se ha roto y sólo veo las brujas malas, feas, que orbitan la luna y no dejan que mi mente se aclare. Y no quiero escribir mis miserias una noche más, ¿pero qué puede hacer si una vez más mi Luna se ha ocultado y no encuentro la magia por ningún sito?... tal vez es que por fin se ha marchado para siempre, pero en mi mundo desquebrabajado de miseria no existe el para siempre porque siempre queda una puta esperanza de patio de colegio y regalíz rancio, y una botella de vino que nadie se atrevió a beberse.
Y por eso una noche más transcribo mis miserias para quien la quiera leer, por si hay algún ser del otro lado de donde nace cada noche y cada día lo virtuoso, y así, tal vez, pueda yo leer alguna cosa que no se caiga sola, como esta, como esta mierda de miseria que una vez más escribo.
Tal vez, tal vez alguna vez se me vuelvan a volver, esos príncipes y princesas, y duendes, y hadas, que todos estáis esperando. Pero esta noche no, por Dios, será otra si la magia quiere.

Por siempre jamás, para quien me aguante esta noche.

lunes, 7 de junio de 2010

La nieve hepática

Hace ya unas noches que me di cuenta. No era cirrosis hepática. Ni delirium tremens. Era tan sólo la añoranza de los días en que arrugábamos papeles sin piedad, en que si no nevaba en la ciudad no era porque nosotros no lo deseásemos.

Y aunque la vi allí, de nuevo, desafiante como un estilete de filo de luna, me di media vuelta para no ver su cara amable. Al fin y al cabo no me acordaba de su voz de entonces, de niña, y tal vez por eso huí, cual cobarde.

Lo único que se es que no se ha marchado. Ni se marchará. Lleva tantos años desafiando mi caja de recuerdos que se ha hecho más poderosa que yo. Lo que se es que no es cirrosis hepática, ni delirium tremens. Y creo recordar que tiene nombre de mujer. Como aquella que yace en el camino que nunca caerá en el olvido.

Y entonces, en el otro lado, donde las palabras nacen virtuosas, el bosque amanece una mañana más lleno de bolas de papel arrugadas con indemencia, sin clemencia alguna, con la frescura de un imberbe cualquiera.

Y sin miramiento ninguno la vuelvo a abandonar a su suerte. Hasta que otra noche la busque o tal vez algún amanecer la recuerde. Porque aunque sienta que la estoy perdiendo poco a poco siempre quedará la nieve con nombre de mujer que un día unos niños inventaron.


Érase una vez un poema que nació de un dibujo de niño. Y vivió por siempre porque todos le pintaban de colores hermosos. Y alguna vez fue ella.

lunes, 31 de mayo de 2010

La muerte de ella

Creo que tal vez me he reencontrado en los posos de una botella de vino que nadie se atrevió a beberse. Porque una vez cayó en el olvido y ya no hubo quien se acordase de ella jamás. Así se va quedando ella, abnegada a ser indiferencia y nido de telas de araña, como la vieja botella.

Anoche cuando amaneció vi tan cercano el horizonte que me asusté. Ese halo de realidad desmesurada me hizo estremecer, aterrorizada, viendo que por fin estaba llegando su fin. Si ella se muere yo no soy nada, y creo que tantas veces se diluyó en mis lágrimas que se ha hecho tan chiquita como cualquier ser microscópico. Y no puedo llorar más para no matarla, y mientras lo pienso no paro de sollozar.

Tal vez esté llegando su final, y por tanto el mío, pero me niego a engullir este triste final después de tantos siglos de batalla. No quiero que ella se vaya, y no quiero partir sin ella. Así que me quedaré, agónica, débil, confusa en la noche, pero no me marcharé sola.

Y hoy no tengo fuerzas ni para salir a buscar al otro lado, donde habitan otros seres afligidos que me llenan el alma de fuerzas para que no se desmorone el mundo que nunca debimos abandonar. Pero desde mi ventana siempre empañada les vi deambulando y me gustó.

Quédate conmigo por pequeña que te hayas vuelto. Aunque ya no te puedo prometer nada. Una vez te hice tan grande que con tu arrullo arropabas la luna para que durmiese cada día, y ahora te he consumido con el inconmensurable deseo que por ti siento. Pero nunca te olvides que hace ya muchos muchos siglos nacimos juntas para no separarnos jamás.


Ella se muere. Mi amor se muere. Por eso la noche se tornó tan triste.
Y yo le voy a dar mi aliento gris de sombras para que se torne blanca.

domingo, 30 de mayo de 2010

No moriremos...

Esta noche sólo quiero escribir un cuento. Porque hace muy poco, aunque retumbe en mi cabeza como si llevase una eternidad viviendo en mi, Estrellita me dijo que había descubierto que yo no venía de un libro de magia. Y aunque tal vez siempre haya sido así, aunque tal vez una noche negra tanto desvaneciese mi halo que ya nadie lo encontrará jamás, se que si todo se acaba me moriré para siempre y me tornaré un ánima triste como aquellas de color azul que moran en el fin del horizonte.

Y por eso me he ido al bosque de los olmos donde habitan las sombras más oscuras y las flores más bellas. Y allí seguían los duendes, las ninfas, las hadas y las libélulas mágicas. Y me contaron que se sintieron tristes porque hubo una noche en la que todo se hizo tan tenebroso que apenas el aire se percibía. Y entonces me fui al otro bosque, donde habitan los seres virtuosos de donde nacen esas palabras tan bellas que invaden todos los mundos como si nada, colándose por cada hueco como un cuchillo que seccionase unas tripas. Y me sentí bien, porque al menos allí todo seguía en su sitio, con sus palabras desgarradas colgando de los árboles centenarios y con aquella nube de puta esperanza que, a veces, parece no llegar nunca escondida detrás de la montaña.

Por eso ahora me siento bien. Tal vez mi magia se acabe y tenga que seguir llendo al bosque de al lado a buscar una. Pero mientras todas esas palabras fluyan de las almas que sólo comen del amor sé que mi mundo del que nunca debí salir seguirá en orden. O en ese desorden que tanto nos gusta y del que nunca debimos escapar. O tal vez sí. No lo se. Sólo se que al menos esta noche no todo se desvanece. Y por un momento me siento bien.


Nunca dejes de creer en que un día fuimos mágicos. Entonces ella seguirá ahí, con nosotros, con todo el que una noche sin luna buscó otro bosque donde encontrarla.

sábado, 27 de marzo de 2010

El sueño de Yaakov

Querido Yaakov:

Hace ya muchos amaneceres, tal vez una eternidad, que me despertó el sol una mañana después de una noche que parecía eterna.

Y entonces me fui a por leña para encender la lumbre de mi sala solitaria. Y me calenté poco a poco en el triste fuego en el que se reflejaba tu ausencia. Y te añoré mucho, muchísimo. Y me estremecí cuando no tuve tu abrazo de cálida tarde de estío. Y miré por la ventana y llovía, y me trajo la mañana tu olor a tierra mojada y a yerba en la sombra.

Desde aquella mañana no apagué mi fuego. Lo tengo encendido para cuando vengas a calentarte conmigo. Por eso cogí la colcha grande que Penélope tenía escondida en su armario. Y te estoy esperando para que te vengas conmigo y te quedes para siempre en mi sala, donde nunca más vas a tener frío ni miedo, donde nunca se acabará el amor, dónde habitan abrazos en el aire por siempre.

Quiero que compartas mi pequeñas vida de magia miserable, de sueños rotos, de noches tristes y amaneceres oscuros. Quiero que me des la luz que guardas bajo tu negro manto para que te sueñe siempre y así mi magia brille un poquito cada amanecer, como cuando era un hada poderosa.

Estoy débil y no me queda más leña para darme calor. Te necesito a mi lado para no sentir este frío gélido. Te necesito y te quiero a mi lado mientras me sigas soñando.

Por eso te ofrezco estas migajas de la vida que me quedan. Porque en ellas he puesto todo mi amor, toda mi alma. Si la quieres es toda para ti.

Por siempre,
Denise


Quedate conmigo mientras me sueñes cada noche. Y no olvides nunca que naciste de un sueño de amor de un hada.

lunes, 15 de marzo de 2010

El amanecer

Querido Yaakov:

Esta noche es tan triste que sólo puedo pensar en aquella canción que sólo repetía un sentimiento de desolación. Por eso lancé al viento un halo de esperanza que aunque tal vez se hunda en el mar brillará tanto que las estrellas se cegarán a su paso.

Porque esta noche, paseando por esta Tierra de nadie, he visto tantas lágrimas que por un momento las mías se fundieron en un río de sal.

Y ahora sólo quiero descansar y no pensar, porque hoy no me quedan fuerzas para buscar la respuesta a mis pesares ni para implorar abrigo a mi Luna.

Mañana vendrá un amanecer rojizo a despertarme. De los que me gustan a mi. Y me calentará el alma desasosegada. Y entonces tal vez te escriba una bonita carta. O tal vez mis versos se pierdan en la noche. De lo que estoy segura es de que siempre te dedicaré una frase torpe y acelerada que saldrá de mi alma de pequeña magia de salón.

Desde la Tierra de los Cuentos,
Denise


Sueñate siempre en un amanecer de esperanza. Y no te olvides que alguien lanzó una vez una sonrisa a la luna sólo para ti, para siempre.

miércoles, 3 de marzo de 2010

La noche de la eternidad

Una vez leí un cuento de una vida que nunca parecía acabarse. Y sentí una tristeza infinita, porque yo una vez soñé con que vivíamos tantas cosas juntos que la vida se me hacía tan efimera como esos molinillos que había en aquel prado por donde corrí tantas veces cuando era una niña.

Sólo quiero que termine esta noche. Y que llegue el alba. Porque las estrellas se me están clavando en los ojos y no me dejan ver mi luna. Tan sólo una pequeñita se marchó para no oir la desdicha que baja navegando por el agua del río salado.

Por eso me he sentado en medio del camino, para gritar a lo lejos y pedir sosiego para mis heridas de escarcha. Pero mis ojos están tan doloridos que no puedo ver si alguien se aproxima. Y el suplicio se hace más fuerte, sólo siento desconsuelo. Y por más que grito nadie me escucha. O tal vez no lo se. Porque ya no puedo vislumbrar ni tan siquiera mis pies descalzos, como si la yerba se los hubiese tragado y me hubiese atrapado para siempre en un sendero sin salida.

Sólo quiero que termine esta noche. Es triste y me duele su oscuridad. Sólo puedo buscar la calma en este puñado de tinta que una vez más me envenará la sangre. Pero esta noche es lo único que tengo para mi teñir mi soledad.

Sólo quiero que termine esta noche. Mi garganta se ha quedado sin voz, sin palabras, y apenas sin lamentos. Y esta tinta cada vez más negra emponzoña mi alma. Cada segundo. Cada vez que apenas respiro.

Y una vez más me recostaré en el frío lecho donde buscaré deseperadamente que todo sea un mal sueño. Un sueño de tinta malva, verde, de bonitos colores. Donde alguien escriba una bonita historia para mi. Pero hoy sólo quiero que termine esta noche.


Sólo quiero que mi dolor sirva para apaciguar el de otro hada que se quedó sin luz. Entonces tal vez se termine esta noche eterna.

martes, 23 de febrero de 2010

El niño que se reencontró con el alba

Había una vez un niño que una noche leyó un cuento triste y lloró amargamente. Y no se acordó de mirar al cielo, y no se dio cuenta que el sol ya había salido. Así que se quedó durante mucho tiempo atrapado en una noche que pensaba que era para siempre.

Entonces una libélula azul se posó en el cristal de su cuarto y llamó con sus patitas para que le abriese la ventana. Y le contó que había venido de un bosque donde había tantos niños jugando que sus risas no dejaban oir el trino de los pájaros, y que sus pequeños pies levantaban tantos pétalos de flores al girar su corro que se formaban nubes multicolor al atardecer.

Y decidió irse con ella. Y pasearon durante horas y horas y al final se dejaron guiar por el murmullo de griterío que se escapaba por encima de la montaña.

Y entonces el niño se dió cuenta de que un hermoso alba le sonreía y le acariciaba la carita con su calor. Tal vez no se dió cuenta antes de que estaba allí. O tal vez nunca le sonrió y por eso nunca antes sintió su cálido beso.

Aquella noche el niño se fue a dormir acurrucado al lado de una amiga que encontró en el bosque. Y aunque hubo muchas más largas noches, tarde o temprano siempre acabó llegando el amanecer.


No te olvides de besarme al alba para que pueda despertarme cada día con tu calor.

martes, 26 de enero de 2010

El sueño de magia

Una noche sin luna, oscura, tenebrosa, busco aquella estrella que se llevó mi bello sueño y me trajo la cordura. Y entonces me acuerdo de cuando aún estaba loca y mis juguetes eran mis tesoros. Y casi no puedo mover las alas porque el pesar me hace que se vuelvan plomizas. Por eso tengo tanto sueño que mis pestañas se pegan para casi siempre.

Y ya no tengo ganas de llorar porque el río de sal se lleva el polvo cristalino de mi magia de salón que un día fue tan poderosa como el halo de luna. Por eso las noches son tan largas y los sueños tan cortos.

Y sólo quiero que aquel que todavía me visita cuando viajo donde habita mi niñez nunca se vuelva etéreo. Tan solo por un segundo quiero seguir sintiéndolo. Para que mis tripas se revuelvan porque sigue siendo intenso aun perdido en profundas vigilias.

Creo que una noche saldré a buscar algo de la magia que se me desvanece. Creo que empeñaré algo de mi sensatez por unas pocas monedas de bronce. Y aunque aquella estrella se haya perdido en el firmamento por siempre, alguien me contó que vio chispas de su destello orbitando la luna llena.


Si una noche encuentras una halo de mi magia perdida, tan sólo cierra los ojos y deseame que la recupere para siempre o tal vez sólo por un instante.