jueves, 30 de enero de 2014

Segunda parte (de la decimoprimera parte)

Una vez más se desvanece tu vana presencia. Como cuando tuviste miedo aquella vez. Joder, y te digo esto y luego me remueve la corporeidad de mi ser maldito. Maldito por siempre desde que escuché a los que nunca supieron leer en los putos folios amarillentos. Más les hubiese valido hacerlo que andar por ahí tirando sueños, si ellos nunca soñaron jamás fue mi problema.

Agónica, exhausta, moribunda, lejana, infinita, enorme, flaca y ojerosa. Así te veo. Así parece que moras la otra tierra. Y así te ven ellos. Cuidado con ellos, si quieres morir rebozado en esta tierra con tus propias lágrimas allá tú, ellos se reirán después de tu mueca incoherente. Aunque te de igual nunca serás un bonito cadáver como el de Dean.

Así que lávate la cara de puta que se te queda con todo ese rimmel corrido y saca tu palidez con la chulería que se merece el momento. Total, qué más te da a ti que se rían esos que no te miraban namás que las tetas. Ahora que se jodan que ya no tendrán donde agarrarse para que el estómago no se les entumezca.
Y si te lo pido es con toda la mierda de cobardía que me dejan mis bolígrafos sanguinolentos. Y con la mente poco clara, como me gusta a mi cuando estoy triste porque me han cortado mi árbol.

¿Y luego qué? Pues luego como siempre dejaré los puntos suspensivos de decoro de mi alma, no vaya a ser que se vuelva tan fina y clara como el de ella, ¿te acuerdas?

Otra noche más tengo que agradecerle a Ella que venga a verme. Y me jode una noche más. Y un amanecer más. No se cómo la aguanto, será que es el amor de mi vida.
Porque ahora mismo tiraría todos esos sueños mundanos y los cambiaría por el que nunca se tornaría tangible.

Menos mal que donde moro se mezcla todo hasta no hacerte pensar con claridad. Así que te queda la responsabilidad de la copla esa que iba a mover el mundo entero, ya vas tardando en cantarla... y no te acojones tanto porque siempre tuviste una voz de soprano.

Ponte pues a sacar la carbonilla de mis insípidas palabras siempre moribundas. Si de verdad eres una diosa lo podrás hacer, aunque solo sea para que nadie te borre al final.


Ella decidió escribir ese bello poema, antes de morir tal vez de esa vida mundana. O tal vez decidió vivir. Pero supo que nunca más se guardaría aquella palabra...



miércoles, 29 de enero de 2014

Entretanto

Llevo la vida habiéndolo dado toda por volver a esa tarde donde jamás debí volverme terrenal. Joder, no tenía que haberme dejado llevar por aquellos consejos de comadrejas y castores desdentados que jamás habían leído un poema. Y lo peor es que se me echaron encima mil siglos que nunca conseguí quitarme de la espalda, por eso me duele tanto los días de frío.

Y tú querida amiga llevas la vida como esos pájaros que de repente tanto te sobrevuelan que llegas a idolatrar sus trinos y que de repente me parece ser fueron para no volver jamás.

Pasó el otoño como tantos otros, y borré todos los poemas tuyos que encontré por ahí. A ver si así aprendes a dejar de ser una nómada. Y como encima eres tan flaca hay días que apenas te percibo entre las sombras, y te busco al sol. Pero el sol me ciega, o la luna, ya no me acuerdo...
Menos mal que cuando esos folios desgastados se borraron de tanto sobarlos me encontré una tierra donde los árboles nunca se terminan, da igual los tales que al amanecer ha brotado otro tan fastuoso como el de anoche. Y menos mal que siempre los caminos son sombreados, porque tú Flaca eres alérgica al sol. Por eso te dejo entrar de vez en cuando, cuando te dignas a dejar de ser todo lo terrenal que puedas, sólo para mi.

Igual debería de dejar el lastre de mi alma en aquella orilla del mar donde tantas veces Ella venía a acunarme. O en ese lugar, ya sabes... aunque eso es muy triste. Y volver a leer la historia de aquel rucio despeinado que me hizo separar para siempre cada frase en un tosco poema de salón barato.
O igual tú deberías de curar tus bolígrafos enfermos para que se liberasen infinitamente. Vete a saber si no te haría libre para siempre o tal vez te ahogaría en una agonía de sal. Pero deberías probar a pensarlo.

Por lo menos te sobrescribí un poema Flaca. Era lo mínimo que podía hacer por ti amiga.
Entretanto mira a ver si encuentras alguna lágrima del otro lado del mar.

Y ella se dijo que jamás volvería a dejar de escribir una palabra. Ni un poema. Ni un desgarro, ni apenas una mueca de sonrisa.

sábado, 18 de enero de 2014

Marieta

Querida Hada del otro lado del mar,

Te escribo para contarte que Bécquer se ha muerto. Decidió tirarse por la ventana que lleva al vacío infinito. Parece ser que lo que quedaba de mundo mundano le resultaba tan tedioso e indigesto que decidió por fin dejarse llevar a donde nada es terrenal, ni siquiera la más bella sonrisa calva.

Menos mal que después de despedirme de su cadáver para siempre me fui a visitar a Marieta. Ella es la chica más flaca que jamás haya conocido. Nunca he entendido donde puede guardar el corazón. Menos mal que el alma la lleva prendida en la solapa de la levita, porque con su nimio respiro no podría llevarla tan siquiera en su aliento.

Hada, Marieta me me ha dicho que quiere conocerte. Yo le he dicho que lea tus poemas. Pero le he advertido que sólo los puede encontrar en las botellas que llegan a mi playa. Así que tendrá que tener paciencia y esperarlas uno y otro atardecer. Y ya le dije que escribías muy triste, pero me ha dicho que eso le da igual, que sólo le importa sentirlos en la piel. Como el agua del mar, me dijo. Me encanta chuparme los brazos y saborear la sal, me decía mientras se reía con sus dientes de ratón. Joder, es tan flaca que cuando se ríe se le marcan todas las arrugas centenarias...

Así pasó hace ya siete lunas. Bécquer se murió y Marieta se dejó vislumbrar otra vez. Eso porque me fijé mucho para que sus huesos no se me perdiesen entre las ramas de los árboles, que si no...

Hada, ya falta menos para que te escriba tu cuento. Ahora no puedo porque se me desgastaron las uñas de tanto rastrillar nuestra arena marrón, así que tengo que esperar a que se me afilen de nuevo. Tú entretanto siéntate a escribir para que Marieta no se impaciente.


A mi Hada y a Marieta la flaca. A ellas, por siempre.

miércoles, 15 de enero de 2014

Vaya

Querida amiga, querido poeta,

Se que os debía una carta, lo se por lo mucho que os he echado de menos. Y eso que nunca dejasteis de derrochar vuestra virtud para que yo intentase una vez más llenarme tan solo un poco de ella, como tan solo me puedo permitir.
Y de todas formas ya estaba bien que dejase un poema de salón por esta Tierra de los Cuentos. Hoy me di cuenta de que Ella estaba hambrienta de mi mugrienta prosa desgastada... vaya, si es lo único que comió en todos estos años tal vez no sepa digerir otra cosa...
Aun así yo soy ardiente, yo soy morena, yo soy el símbolo de la pasión... y no voy a renunciar a la divinidad de lo humano porque mi virtuosismo no os llega a vosotros, seres virtuosos por antonomasia, ni a la suela de las albarcas. Vaya, menos mal que mi amiga una vez me dedicó una rima y el poeta gastó su voz para recitarme un poema de esa página amarillenta de tanto rayo de luna. Menos mal. Porque si no fuese así me habría muerto de la pena. De la pena de no poder llorar por nada. Pues menos mal.
Caguendios, ¿dónde está el poema? No se, mira a ver si tú poeta me lo puedes mandar con un soplido mágico y que se me pegue en la solapa de la levita, porque si no lo llevamos claro me parece a mi....
Bueno, lo mismo es que esta noche es sólo un preámbulo para el pedazo de poema que voy a escribir mañana. Se debe estar revolviendo Bécquer en su tumba sólo de escuchar el restriego de mi pluma en el papel al escribir esto... menuda osadía la mía...
Pues venga, mañana os escribo uno que ninguno de vosotros os atreveréis a recitar por la emoción que os embargaría el hacerlo. Y luego ya me seguís diciendo que mis cuentos sólo comen de salón barato... vaya, a ver si os atrevéis esta vez.
En fin querida amiga, en fin querido poeta, gracias por estar ahí para leer este salón desarropado de talento e infinitamente lleno de alma. Gracias una noche más.

Para ellos que, a pesar de la hambruna de mis versos, siempre han seguido esperando el siguiente, si acaso gordo como una vaca... vaya...