miércoles, 21 de agosto de 2013

Buenas noche amiga

Querida amiga:

Esta noche es el fin. Me lo acaba de decir. Estaba escribiendote un cuento pero no puedo terminarlo. Lo terminaré y te lo enviaré en un barco, cuando pueda ponerme a escribirlo.

Nada bonito va a salir de mi pluma hoy, pero estas putas palabras inconexas me caen bien. Es lo único que me puede consolar ahora, eso y que alguno de nuestros poetas me lea también.

Sé que ya dejó de leerme hace tiempo porque no me entendía y mis palabras le producían desasosiego. Pero si le pudiese escribir una carta le diría que mirase hacia la montaña una noche más y pensase que ya no será lo mismo sin mi torpeteando en cada pena, que mirase hacia mi Luna que nos ha iluminado tantos lugares que descubrimos juntos, que volviese a oler mi piel cuando me abrazaba por las noches, que dejase de buscar eso que nos separa de una puta vez y lo traigamos a terreno común. En fin, le diría que no se fuese de mi lado.

Me voy a buscar un abrazo póstumo esperando que no lo sea.

Mañana sólo espero que amanezca para ti, yo no quiero nada sin él.

Buenas noches amiga,
esperarlanoche

lunes, 24 de junio de 2013

Otra carta al poeta

Querido Poeta:
Ha pasado ya mucho tiempo desde que te plagié por primera vez, ya ni me acuerdo si sabía andar siquiera. Pero sí me acuerdo que sabía escribir. Como siempre, a trompicones. De acuerdo que no te importase que te copiase así alegremente, pero luego bien que intentaste buscar inconexión en mis frases atropelladas.
Como ya te dije el otro día conocí a Juan Pedro. Fue justo antes de que me saliesen las alas. Ummm, espero que todo el polvo blanco que suelto sea mágico, porque sino no le encuentro sentido, tanto se manchó tu diván que deberías dejarme de hablar por siempre, y esta vez de verdad.
No te conté que fuimos a pasear durante un siglo, porque nunca nos cansábamos de mirar alrededor nuestro. Tratábamos de encontrar algo que nos acompañase y al final tratar de alejarlo, como siempre, para que nada nos molestase en nuestro refugio infinito.
Menos mal que ya por fin me olvidé del pequeño huevo que fui. Menos mal. Porque ya no me acordaba de qué color era y eso me hacía sentirme confuso. Vaya. Como si hubiese dejado de estarlo algún día. Como ella. Como ella, como Cherisa, que lleva sobrevolándose una eternidad y espera que acabe para buscar otra. Y sólo espero que a mi lado, sino la echaría tanto de menos...
Pues así pasan los días Poeta, entre Juan Pedro, Cherisa y todos los demás. Hay también un hada rubita que me hace mucha gracia, tal vez la invite un día a unirse a la pandilla de seres y ex-seres reptantes.
Bueno Poeta, te voy a dejar por hoy, estoy tan difícil que hasta yo me pierdo en mis palabras. Es lo mejor que me puede pasar de todos modos, porque si me hubieses encontrado en una estrofa brillante no seguirías por ahí buscando la siguiente que escriba.
Con todos mis respetos, y hasta pronto, espero.

Para todos aquellos seres virtuosos que nunca dejarán de esperar que nosotros, pobres, lo seamos. Por siempre.

jueves, 20 de junio de 2013

El cuento de Juan Pedro

Era una salvaje. Despiadada, al punto de ser inhumana. Sí, se los comió a todos, y rebañó sus huesos sin piedad hasta extraerles la última gota de tuétano. Y luego los echo en el peor lugar del mundo... en el olvido.
Pero un noche de verano, de esas que huele tan bien la flor del naranjo, un pequeño gusanito movió un hueso y se dio cuenta de que aún le quedaba vida. Y tanto lo movió que al final se tornó en un ser reencarnado, tan guapo y apuesto como los príncipes de cuentos de hada.
Y el príncipe, que se quiso llamar Juan Pedro, se fue con el gusanito buscando un nuevo sitio donde vivir donde nunca jamás le volviese a encontrar aquella bestia.
Y pasaron las noches, y los días, y aunque algún amanecer se perdiese, eran realmente felices. Una vez uno quiso hacer un castillo de arena y el otro tomar el sol. Otra vez uno quería jugar y el otro tan sólo conversar. Y hasta un día uno quería almorzar bajo el sol y el otro cenar a la luz de las velas.
E hicieron un castillo de arena tan grande que tenía hasta una azotea para tomar el sol, y jugaron a las palabras encadenadas, y almorzaron con velas mientras reían cuando veían como las derretía el sol.
Y pasaron los años, no me acuerdo ya cuantos... la verdad es que soy demasiado vieja para tener tantos recuerdos.
Y un día volvió la bestia. Igual de salvaje. Más aún si cabía. Buscando la carroña que dejó en el valle del olvido. Y como era tan lista se dio cuenta que le faltaba un hueso, y montó tanto en cólera que hasta los pájaros del cielo y los peces del mar huyeron despavoridos por su mugidos infernales.
Y decidió buscar aquel hueso, y fue hasta a ver a Paulo a ver si la ayudaba. Pero él no se fiaba de ella y no le contó nada, aunque sabía donde estaba Juan Pedro porque alguna vez le llamó para tomar una zarzaparrilla.
Así pasó la vida la bestia. Buscándolos a ellos. Hasta que alguna noche creo que se cansó y solo decidió dormir el resto de sus días. Y ellos huyendo de ella, pero por desgracia respirando su halo de fuego, denso, ahogadizo como nunca, cada vez que miraban hacia atrás porque sentían miedo.
Yo no se de ellos hace tiempo. Supongo siguen diseñando esos castillos de arena que nunca serán ninguna obra de arte... pero que castillo que se precie no tiene una azotea para tomar el sol...
Sólo se que al final los otros huesos se movieron otro día y por eso el mundo está lleno de príncipes y princesas... por eso jamás desaparecerá La Tierra de los Cuentos.


Para todos aquellos que seguirán siempre creyendo en los cuentos de hadas. Y para los que no pueden creer pero quisiesen. Y para los que no quieren creer pero pudiesen.

miércoles, 6 de febrero de 2013

El poema

Erase una vez un poeta que escribió el más bello poema de amor jamás creado por un ser mortal. Y así se olvidó de todas las noches tristes que había vivido. Y vivió ese momento tan intensamente que durante un siglo de días fue el más dichoso del mundo. Pero una noche se dio cuenta que el cielo volvía a estar oscuro, y entonces se acordó de ella...

Recordó la noche que se fue de su cama. Ella dormía al alba. Y no quiso mirar hacia atrás porque se acordó de Edith, y estas cosas hay que tomarlas con respeto. Y también recordó cuando hacía poco le había dicho que la quería más que nadie en el mundo la había querido. Y entonces se sintió tan cansado que se tuvo que abandonar en su diván durante un siglo de noches.

Por eso, cuando se despertó de esa tediosa siesta, buscó el poema, ese que tanto bien le hizo aquel día. Y lo leyó cuidadosamente. Pero ellos ya no estaban, se habían ido por siempre... no se dio cuenta de que ellos ya vivían en otros versos y no podían quedarse mucho tiempo en el suyo.

Estoy seguro de que era muy fácil olvidarla. Tampoco es tan difícil pasear al atardecer y reírse cuando llega la noche. Ni quedarse mirando la inmensidad de una montaña. Y también mi mamá me traía el zumo a la cama. Y escucharme durante siglos lamentándome de lo que pudo haber sido... eso lo hace cualquiera. Y a veces me molestaba que solo se pudiese dormir si yo la abrazaba, a veces me daba tanto calor...

Lo que no se es a quién le voy a contar que tuve un mal día la próxima noche. Ni se a quién se lo contará ella... seguramente a ese papel emborronado que nunca se llena de palabras tristes.

Buenas noches mi amor, dulces sueños.

martes, 5 de febrero de 2013

Me basta para que no se muera mi alma

Menos mal que al menos tú tienes claro sobre lo que escribes. Bueno, la verdad es que yo también tuve siempre claro sobre lo que siempre escribías tú. Y yo. Sobre volver a ese lugar. Una vez más. Y cada noche sin Luna vuelvo. Menos mal que siempre fue mi casa, algún día tendré que olvidar por fin donde habito... menos mal.

Tal vez esta noche te quería dedicar mi cuento sin valor. O tal vez se lo quería dedicar a aquel amigo que me lo iba a cantar después. No lo se. Se lo dedico a ella entonces. A Estrellita. Así no tengo dudas de que caerá en buenas manos cuando me vaya. Vaya. Cuando me vaya. Como el Poeta. Y no como el amigo de Alba, como el otro.

Al menos esta noche os encontré. A ti. Y a ti. Y a ti también amiga. Porque se me acaban las palabras. No como a él, que nunca le empiezan.

Buenas noches pues. Cojo mi esencia, es lo único que me queda ahora. Y la exprimo. Esta vez más que nunca. Para que se me incruste en los poros una vez más. Menos mal que la tengo cerca, sino no se que haría yo sin ella.

Buenas noches amiga mía. Quédate con él, cuídalo para que no se le vuelen las palabras. Y si te cansas de vagar sin que te coja en brazos vente un rato conmigo, como siempre, ya sabes que yo te levantaré hasta mi Luna. A mi con saber que existen ellos me basta para que no se muera mi alma.

sábado, 19 de enero de 2013

Esperando

Esperando. Gracias por haberme avisado. Así por lo menos me dará tiempo a descansar. Con lo que me gustaba a mi cansarme. Bueno. Tampoco estuvo tan mal las otras veces. Creo. Ya no me acuerdo muy bien. Lo mismo había querido olvidarlo. Y si no creo que se me ha olvidado de todos modos.
En fin. Hace muchos muchos años, más de mil, empecé a escribir esta historia que empieza siempre donde la nieve se esconde para no volver jamás. Por eso ahora que tengo que esperarte otra vez voy a escribir un cuento de hadas y duendes, de esos que le gustaban tanto a Estrellita.

Erase una vez un reino donde todos eran lo que siempre habían querido ser. Se crearon a ellos mismos y, por eso, siempre se plasmaron dichosos. Así daba igual que fuesen hadas, ninfas, duendes, mariposas de luz o gusanos de seda. Siempre iban a nacer donde la nieve muere, y nunca morían mientras alguien los mentase en sus sueños.
Pero algunos de estos seres que siempre habían sido virtuosos querían inventar otros seres pequeñitos que fuesen parecidos a ellos. Y no sabían cómo. Por eso fueron a ver a Paulo, el sabio, que vivía en la casa que está más allá del bosque. Y él les contó el gran secreto: no podían hacer lo que anhelaban...
Así, algunos de ellos, capitaneados por un duende muy feo y moreno, pusieron rumbo al país sin retorno...
Y aunque sus pequeños cuerpos se multiplicaran hasta perder la cuenta, fueron muriendo poco a poco. Menos mal que como todos eran mágicos sus halos se quedaron por ahí para que alguien los soñase. Por eso este cuento no se acabará jamás.

Buf. Qué cuento más corto. Menos mal que puedo escribir más mañana. Voy a llamar a mi amiga del alma a ver si viene a verme y así me hace compañía. Así puedo esperar con ella. Me gusta que venga, aunque tantas veces la maldiga. Buenas noches. Buenos días amiga mía...

Ella, ellas

Me da igual lo que me digas. Ella no desaparecerá por mucho que la tires por tierra. Es tan poderosa que aunque yo me muera ella me sobrevivirá. Y a ti. Y a ellos que se mofaron tanto.
Por eso tantas noches viene y se come a la Luna. A mi Luna. Hija de puta, bárbara. No entiendo por qué me alegro tanto de que vengas a depredar todo lo que sueño. Tal vez porque tantas veces que me sentí sola me hiciste compañía. Vaya. Me conformo con esta compañía devastadora. Eso no suena muy bien. Pero por lo menos suena algo... si no, tan vacía como me he sentido tantas veces el silencio hubiese acabado conmigo.
Y hoy no has esperado ni tan siquiera a que fuese el momento... ¿te llamé yo para decirte que te echaba de menos...? ...no lo recuerdo... lo que se es que de ti nunca me olvido. Menos mal. Porque al final vas a ser el amor de mi vida, por mucho que me cueste a veces admitir que vuelvas cada vez que iba a empezar a soñar que te habías ido.
Al menos me queda el consuelo de que nunca vas a dejar solos a todos esos seres virtuosos sin los que nuestro mundo no hubiera nunca existido jamás. Oye, ¿y por qué no te quedas con ellos por siempre? Tal vez al final a mi no me hagas tanta falta... sobre todo si te sigues comiendo todos mis sueños.
¿Sabes qué? Que al final me voy a volver, sí, a ese lugar, a ese lugar de donde nunca debí salir... y ya no me vas a hacer falta nunca más. Mala. Pérfida. Insolente. Vete de una puta vez y deja de regocijarte con mi desgracia. Nunca entenderé por qué te gusta tanto hacerlo...
Buenas noches. Buenos días. Voy a ver si mañana te encuentro con él, con ellos. Me calmará una vez más verte revolotear por encimas de sus cabezas. Sí, vete con ellos, yo ya tuve bastante de ti mala amiga. Pero no me olvides. Yo no te olvidaré jamás porque gracias a ti al menos fui un lamento de sal y escarcha.


sábado, 5 de enero de 2013

Buenas noches desde la ventana

No me puedo creer que entres por la puta ventana para darme una sorpresa. No. Joder no. Porque hace ya varios siglos que no me gusta la historia que me cuentas esta noche. Una vez escuché una que sí me gustó. Espera, que te la voy a contar...

Erase una vez un reino donde todo olía a flores. Y por eso el rey tenía una hija princesa que olía a malvas silvestres. Y aunque cuando el rey miraba por la ventana sólo veía una pequeña niña traviesa que saltaba los siglos a la comba, la niña princesa se hizo un día mayor. Ella se dio cuenta porque se levantó un día triste. Y entonces se enamoró de un príncipe del reino de los arbustos, que olía igual que la genista en primavera. Y el rey una mañana lloró tanto que se empañaron todos los cristales del castillo durante nosécuántas lunas, y por eso todos los habitantes del reino no supieron si era de día o de noche durante un sin fin de días en los que se olvidaron de bostezar al alba. Por eso el aire se paró y ya nadie salía a respirarlo. Y por eso algunos se tornaron cetrinos como las hojas de otoño.
Pero la princesa quería mucho a su padre, y también a su pueblo. Y como era mágica, como todas las bellas princesas de los cuentos, decidió echar un conjuro bueno con polvo de luna. Así, todos salieron de sus casas a jugar con los remolinos blancos de escarcha. Y el rey, al ver cuanto se divertían todos, se pasó casi un siglo llorando de risa. Y como las lágrimas de risa se tornan miles de pequeñas haditas de las que habitan en las flores y las llenan de rocío, y éstas se llevaron todas las lágrimas a las flores del reino, y así el castillo se desempañó y el reino se volvió más bello que nunca.
Y todos vivieron felices por siempre jamás.

Por eso me desentiendo hoy de tu monserga desañada que ni tú te crees. No me vengas ahora con que fuimos tan etéreos. Ni me vengas tú tampoco con que me quisiste desde siempre. Vaya. Me voy a parar a descansar para no agotarme con todo lo que me tengo que comer antes de reventar de desolación. Por eso dejadme un paz un rato de siglo para que me dé tiempo a echarme la siesta esa que te había dicho.
Como me hastía que solo vengas cuando no te lo mereces. Claro, como eres una diosa pues haces lo que te plazca. Y es que si te das cuentas a todos ellos también les pasa, por virtuosos que sean. Lo que ocurre es que, en mi humilde opinión, yo me lo merezco menos. Así que vete pensando en venir en otras ocasiones, por ejemplo cuando vuelva al mar.
Así que mira, me voy al mar. A darme un baño donde tú y yo sabemos Paulo, cuando la luz se esté yendo, como a mi me gusta. Buenas noche Paulo, buenas noches amigo trasnochado, buenas noches amor arrebatado de permuta mundana.