miércoles, 13 de julio de 2011

pequeña rime que robé en un momento dado

Gime, bandoneón, tu tango gris;
quizas a ti te hiera igual
algun amor sentimental...
Llora mi alma de fantoche,
sola y triste en esta noche,
noche negra y sin estrellas...


Porque hace ya mucho mucho
tiempo fuimos los niños que
nunca dejamos de ser,
y cada noche nos tornamos ellos.

jueves, 7 de julio de 2011

Cuento para una chica con nombre de mar

Hace ya muchos muchos años, o tal vez en los tiempos en que los siglos existían, una princesa que venía del centro de los mundos se sentía triste. Y como una vez que escuchó cantar a un poeta éste le susurró al oído que era mejor llorar al lado del mar, allí se fue, buscando un amanecer rojo como el fuego.

Y descubrió el océano, y tanto le gustó que se le pasó la pena y sus ojos se tornaron dos luceros del alba.

Así cada mañana iba a ver el cielo volverse de mil colores, como en los sueños que una vez quiso tener, o que tal vez sí tuvo. Y olía a sal, y a peces plateados, y a estrellas de coral.

Así cada día, hasta que uno en el que se acordó de nosequé que ya ha olvidado llego un príncipe azul en un caballo blanco. Y entonces de repente se dio cuenta de por qué aquella noche de invierno se fue hasta allí: estaba buscando su príncipe al lado del mar.

Y como en todos los cuentos que se precien, vivieron felices y comieron perdices… lo malo es que algunas veces venía un principito que nació de una noche de luna y se las comía todas, ¿o era una princesita? Pues como este cuento no se ha acabado, ya lo veremos…


Para todas aquellas princesas que un día descubrieron el mar. Como ella, como el mismo oceano. Como si fuese la primera vez que una ola irrumpiese en un sueño.

sábado, 2 de julio de 2011

Calor, calor, y sueños a raudales

Esta noche evoca en mi alma el olor a baldosines calientes, regados de cerveza y sueños. No recuerdo dónde estaba aquel lugar, una vez lo soñé y apunté la fecha en un almanaque amarillento, pero tampoco me acuerdo por donde lo dejé.

Y entonces fui a buscar una caja de secretos donde había un poema escrito en un cuaderno de espiral. Y la caja no existía, no se si nunca existió. Tal vez nadie escribió nunca aquellos versos, pero una vez pensé en un poeta que tenía delirium tremens y que lo plasmó en su cuaderno, no lo puedo haber inventado.

Miro por la ventana y arde el cielo, calor y más calor. Miro la Estrellita y sigue ahí. Siempre está ahí, cada día brilla más. Se está haciendo gigante, como Ella.

Tengo que ir a buscar algo que olvidé allí, a ver si ya han regado las calles y puedo sobrellevar esta canícula insoportable. Creo que era una bolsa de chuches, creo que estaba en un patio, pero no estoy segura. Tal vez me hice demasiado mayor para comer chuches, sólo espero que Ella siga ahí para guiarme entre las sombras apresuradas de la noche.


Calor, cordura, locura, y más calor. Quimeras impías que no nos dejan dormir. Menos mal que no hay nada que nos consiga quitar de soñar.

El regalo de cumpleaños

Érase una vez un elfo del bosque que quería que fuese su cumpleaños para que un hada amiga suya le hiciese un regalo. Y así se lo dijo. Y ella decidió hacer una tarta de arándanos y buscar por todo el bosque un regalo que le gustase.

Así se fue a la cima de la montaña más alta, y pensó el hacerle un muñeco de nieve. Porque al elfo le gustaba levantarse por la mañana y sentir el frescor del alba, porque eso le hacía sentir en su alma el don de la locura que nunca había perdido. Así, si ponía el muñeco en la ventana, todas las alboradas serían frescas... pero tal vez el estío no sería muy benevolente con su regalo... mmm... ese hada loca siempre olvidaba ciertas cosas.

Entonces se marchó al bosque, donde viven los gnomos, debajo de las setas gigantes donde nadie les ve. Y les pidió un diamante de esos que guardan ellos, donde se refleja el arco iris. Pero el elfo tenía el don de la sencillez y los geniecillos le dijeron que tal vez no le gustaría un regalo tan presuntuoso.

Se fue pues al camino donde crecen las flores amarillas, ¡iba a hacer el ramo más bonito del mundo!. Pero las abejas estaban tan hambrientas que le dio mucha pena llevarse su comidita. Además, el elfo tendía el don de la bondad y no le iba a gustar mucho que sus amigas las abejas, que según contaban algunos no eran más que hadas golosas, se quedasen sin cenar esa noche.

Fue cuando de repente pensó lo que realmente le gustaría a su amigo, ¡ahora sí estaba segura! Y por eso se fue a buscarlo al lugar de donde ella venía. Y ella se lo puso en un bolsillo y, como siempre, le dió un beso de amor para que no tuviese frío por el camino.

Y cuando el elfo vió el rayo de luna se lo puso en la frente y nunca más se sintió pequeño. Por eso desde entonces le llaman el gran elfo, ¿o tal vez fue porque tenía el corazón más grande del mundo?


Siempre seguiremos creyendo en los sueños, aunque los inventemos nosotros. Porque siempre habrá un amigo que esté dispuesto a inventar un sueño para nosotros.