sábado, 2 de julio de 2011

El regalo de cumpleaños

Érase una vez un elfo del bosque que quería que fuese su cumpleaños para que un hada amiga suya le hiciese un regalo. Y así se lo dijo. Y ella decidió hacer una tarta de arándanos y buscar por todo el bosque un regalo que le gustase.

Así se fue a la cima de la montaña más alta, y pensó el hacerle un muñeco de nieve. Porque al elfo le gustaba levantarse por la mañana y sentir el frescor del alba, porque eso le hacía sentir en su alma el don de la locura que nunca había perdido. Así, si ponía el muñeco en la ventana, todas las alboradas serían frescas... pero tal vez el estío no sería muy benevolente con su regalo... mmm... ese hada loca siempre olvidaba ciertas cosas.

Entonces se marchó al bosque, donde viven los gnomos, debajo de las setas gigantes donde nadie les ve. Y les pidió un diamante de esos que guardan ellos, donde se refleja el arco iris. Pero el elfo tenía el don de la sencillez y los geniecillos le dijeron que tal vez no le gustaría un regalo tan presuntuoso.

Se fue pues al camino donde crecen las flores amarillas, ¡iba a hacer el ramo más bonito del mundo!. Pero las abejas estaban tan hambrientas que le dio mucha pena llevarse su comidita. Además, el elfo tendía el don de la bondad y no le iba a gustar mucho que sus amigas las abejas, que según contaban algunos no eran más que hadas golosas, se quedasen sin cenar esa noche.

Fue cuando de repente pensó lo que realmente le gustaría a su amigo, ¡ahora sí estaba segura! Y por eso se fue a buscarlo al lugar de donde ella venía. Y ella se lo puso en un bolsillo y, como siempre, le dió un beso de amor para que no tuviese frío por el camino.

Y cuando el elfo vió el rayo de luna se lo puso en la frente y nunca más se sintió pequeño. Por eso desde entonces le llaman el gran elfo, ¿o tal vez fue porque tenía el corazón más grande del mundo?


Siempre seguiremos creyendo en los sueños, aunque los inventemos nosotros. Porque siempre habrá un amigo que esté dispuesto a inventar un sueño para nosotros.

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