lunes, 31 de mayo de 2010

La muerte de ella

Creo que tal vez me he reencontrado en los posos de una botella de vino que nadie se atrevió a beberse. Porque una vez cayó en el olvido y ya no hubo quien se acordase de ella jamás. Así se va quedando ella, abnegada a ser indiferencia y nido de telas de araña, como la vieja botella.

Anoche cuando amaneció vi tan cercano el horizonte que me asusté. Ese halo de realidad desmesurada me hizo estremecer, aterrorizada, viendo que por fin estaba llegando su fin. Si ella se muere yo no soy nada, y creo que tantas veces se diluyó en mis lágrimas que se ha hecho tan chiquita como cualquier ser microscópico. Y no puedo llorar más para no matarla, y mientras lo pienso no paro de sollozar.

Tal vez esté llegando su final, y por tanto el mío, pero me niego a engullir este triste final después de tantos siglos de batalla. No quiero que ella se vaya, y no quiero partir sin ella. Así que me quedaré, agónica, débil, confusa en la noche, pero no me marcharé sola.

Y hoy no tengo fuerzas ni para salir a buscar al otro lado, donde habitan otros seres afligidos que me llenan el alma de fuerzas para que no se desmorone el mundo que nunca debimos abandonar. Pero desde mi ventana siempre empañada les vi deambulando y me gustó.

Quédate conmigo por pequeña que te hayas vuelto. Aunque ya no te puedo prometer nada. Una vez te hice tan grande que con tu arrullo arropabas la luna para que durmiese cada día, y ahora te he consumido con el inconmensurable deseo que por ti siento. Pero nunca te olvides que hace ya muchos muchos siglos nacimos juntas para no separarnos jamás.


Ella se muere. Mi amor se muere. Por eso la noche se tornó tan triste.
Y yo le voy a dar mi aliento gris de sombras para que se torne blanca.

domingo, 30 de mayo de 2010

No moriremos...

Esta noche sólo quiero escribir un cuento. Porque hace muy poco, aunque retumbe en mi cabeza como si llevase una eternidad viviendo en mi, Estrellita me dijo que había descubierto que yo no venía de un libro de magia. Y aunque tal vez siempre haya sido así, aunque tal vez una noche negra tanto desvaneciese mi halo que ya nadie lo encontrará jamás, se que si todo se acaba me moriré para siempre y me tornaré un ánima triste como aquellas de color azul que moran en el fin del horizonte.

Y por eso me he ido al bosque de los olmos donde habitan las sombras más oscuras y las flores más bellas. Y allí seguían los duendes, las ninfas, las hadas y las libélulas mágicas. Y me contaron que se sintieron tristes porque hubo una noche en la que todo se hizo tan tenebroso que apenas el aire se percibía. Y entonces me fui al otro bosque, donde habitan los seres virtuosos de donde nacen esas palabras tan bellas que invaden todos los mundos como si nada, colándose por cada hueco como un cuchillo que seccionase unas tripas. Y me sentí bien, porque al menos allí todo seguía en su sitio, con sus palabras desgarradas colgando de los árboles centenarios y con aquella nube de puta esperanza que, a veces, parece no llegar nunca escondida detrás de la montaña.

Por eso ahora me siento bien. Tal vez mi magia se acabe y tenga que seguir llendo al bosque de al lado a buscar una. Pero mientras todas esas palabras fluyan de las almas que sólo comen del amor sé que mi mundo del que nunca debí salir seguirá en orden. O en ese desorden que tanto nos gusta y del que nunca debimos escapar. O tal vez sí. No lo se. Sólo se que al menos esta noche no todo se desvanece. Y por un momento me siento bien.


Nunca dejes de creer en que un día fuimos mágicos. Entonces ella seguirá ahí, con nosotros, con todo el que una noche sin luna buscó otro bosque donde encontrarla.