miércoles, 30 de septiembre de 2009

El cuento del Hada Valiente

Erase una vez un pequeño hada que nació de una florecilla amarilla. Ninguna de las criaturas mágicas que moraban en la Tierra de los cuentos pudo jamás pensar que de aquella pequeña flor diminuta, que apenas se percibía entre el Bosque de Olmos, pudiera haber surgido aquella criatura tan mágica.

Así el hada de color azul y alas de plata creció feliz en su casita de seta. Y era tan feliz porque tenía muchos amigos, tantos que había días que no tenía tiempo para jugar y bailar con todos. Pero siempre que soñaba con ellos nunca olvidaba ningún nombre ni ninguna cara. Y jamás ninguno de ellos sintió frío ni miedo porque ella siempre les arropaba con la magia que guardaba en su corazón. Por eso todos la llamaban el Hada Valiente.

Una mañana el Hada Valiente se despertó sobresaltada porque una voz que no reconocía había perturbado su sueño. Le llamaba y le pedía que caminase por el camino que va al otro lado del Bosque, y le contó que allí encontraría un nuevo destino, que ahora le pertenecía. Pero ella no quería marcharse, no quería alejarse de todos aquellos a los que tanto quería. Y se puso muy triste, tanto como aquella noche que tuvo un mal sueño, pero como era muy fuerte sólo derramó siete lágrimas de sal.

Y después de pensar mucho en lo que tenía que hacer se dio cuenta de que debía seguir aquel camino que tenía enfrente. Y entonces se llevó a todos sus amigos con ella, en su hatillo de seda que una vez le había regalado una mariposa blanca. Y así nunca se sintió sola. Porque siempre que el amor mora en el alma las noches de invierno son cálidas y brillantes de Luna.


Sólo estamos hechos de los sentimientos que habitan en las almas que nos quieren. Sólo vivimos porque alguien nos piensa, nos necesita, nos ama.

lunes, 28 de septiembre de 2009

El sueño que se rompió en el mar

Era aterrador mirar el mar aquella mañana. Un manto rojo intenso lo cubría haciéndolo parecer tenebroso, inerte. Entonces el Sol se reflejó y se vio como aquella vez que la vida se agotó para siempre durante siglos. Y lloró con lágrimas de sal que cayeron en el océano formando crestas de espuma cortantes como puñales.

Los peces de colores que hasta ayer bailaban felices en los bosques de posidonia habían huido hacia un destino desconocido al otro lado del horizonte. Y las estrellas de mar se escondieron en las cuevas de corales porque no podían soportar ver aquel espectáculo dantesco.

Y entonces fue cuando todo se apagó. Cuando las tinieblas lo invadieron todo. Cuando se apagaron la Luna y las Estrellas. Y todo se quedó lúgubre, amargo, durante otros tantos siglos.

Y una noche sin luna un duende del bosque volvió a soñar con un mar tan azul como los ojos que tanto amaba. Y entonces la magia de su sueño rompió el hechizo de aquel sueño de un hada que hacía tantos años se rompió en el mar.

Y aunque para siempre quedaron en el fondo del océano aquellos pedazos de sueño convertidos en sal, todo volvió a ser como antes. Y hasta los niños volvieron a jugar en la orilla con los gnomos del bosque mientras caía de nuevo la tarde.


Tal vez esta noche mi sueño me traiga un mar de espejo para que pueda vez de nuevo reflejada tu mirada. Tal vez la luna me arrope con su manto para que no sienta este dolor en mi alma.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El niño que tenía un sueño de luz

Erase una vez un niño que se perdió en el brillo de un rayo de luna. Y anduvo tanto tiempo buscando la salida de aquel túnel eterno que tuvo la sensación de hacerse muy mayor.

Así pasaron los días, tal vez los años. Y llegó un momento en que no recordaba de dónde era, de dónde venía. Y se sintió confuso, triste, desamparado de aquella voz que le arrullaba cuando llegaba la noche.

Entonces se paró a pensar. A dormir y a despertar sin tregua ni fin. Y cada noche tenía muchos sueños dulces, pero cada mañana su despertar se tornaba cuasi amargo porque el amanecer parecía llevarse sus deseos tan lejos como aquel día. Aunque tal vez el alba sólo fuese el sueño que adornaba la verdad de su existencia.

Cuando los siglos tiñeron de plata sus sienes se despertó una mañana y vio que aquella luz cegadora se había vuelto tenue y amigable. Así volvió otra vez y encontró todas esas cosas que tanto anhelaba. Así percibió el murmullo de aquella voz, que todavía seguía sonando en el retumbo de sus pensamientos. O tal vez nunca más volvió a sentir su presencia porque se habría desvanecido para siempre.


Nunca dejes de sentir los sueños de niño. Si un día los pierdes nunca más volverás a sentirte inocente.

lunes, 7 de septiembre de 2009

LA VUELTA AL CASTILLO

Querido Yaakov,

Después de caminar durante días volví al castillo de la Tierra de los Cuentos. Casi no se veía porque la yedra había crecido tanto que tapaba los ventanales de espejo. Así que tuve que buscar al Duende Jardinero, que se había marchado a vivir al bosque desde que abandonamos el castillo.

Ahora está todo tan bonito como antes. Tanto que los cisnes mágicos volvieron volando cuando se vieron reflejados desde el cielo en el lago de plata. Y los peces saltaban alegres en la orilla, como cuando nos sentábamos en la yerba a contemplarlos al atardecer.

Y aunque este amanecer tuviste que partir lejos de la ciudad, cuando estuve hablando con las ninfas que viven en las ramas de los olmos me dijeron que cuando el sol creó el camino de sombras esta mañana se notaba tu presencia en cada halo de penumbra.

Te echo mucho de menos. Hasta que vuelvas a abrazarme te soñaré cada noche y añoraré cada día. Mientras tanto le he pedido a los duendes que moran en mi Luna que cuiden mucho de ti.

Me alegro que puedas volver a leer mis cartas. Hasta pronto.

Te quiero,

Denise


Gracias por querer creer en mi magia, aunque una vez, tal vez, se hubiese desvanecido...