miércoles, 30 de septiembre de 2009

El cuento del Hada Valiente

Erase una vez un pequeño hada que nació de una florecilla amarilla. Ninguna de las criaturas mágicas que moraban en la Tierra de los cuentos pudo jamás pensar que de aquella pequeña flor diminuta, que apenas se percibía entre el Bosque de Olmos, pudiera haber surgido aquella criatura tan mágica.

Así el hada de color azul y alas de plata creció feliz en su casita de seta. Y era tan feliz porque tenía muchos amigos, tantos que había días que no tenía tiempo para jugar y bailar con todos. Pero siempre que soñaba con ellos nunca olvidaba ningún nombre ni ninguna cara. Y jamás ninguno de ellos sintió frío ni miedo porque ella siempre les arropaba con la magia que guardaba en su corazón. Por eso todos la llamaban el Hada Valiente.

Una mañana el Hada Valiente se despertó sobresaltada porque una voz que no reconocía había perturbado su sueño. Le llamaba y le pedía que caminase por el camino que va al otro lado del Bosque, y le contó que allí encontraría un nuevo destino, que ahora le pertenecía. Pero ella no quería marcharse, no quería alejarse de todos aquellos a los que tanto quería. Y se puso muy triste, tanto como aquella noche que tuvo un mal sueño, pero como era muy fuerte sólo derramó siete lágrimas de sal.

Y después de pensar mucho en lo que tenía que hacer se dio cuenta de que debía seguir aquel camino que tenía enfrente. Y entonces se llevó a todos sus amigos con ella, en su hatillo de seda que una vez le había regalado una mariposa blanca. Y así nunca se sintió sola. Porque siempre que el amor mora en el alma las noches de invierno son cálidas y brillantes de Luna.


Sólo estamos hechos de los sentimientos que habitan en las almas que nos quieren. Sólo vivimos porque alguien nos piensa, nos necesita, nos ama.

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