Era aterrador mirar el mar aquella mañana. Un manto rojo intenso lo cubría haciéndolo parecer tenebroso, inerte. Entonces el Sol se reflejó y se vio como aquella vez que la vida se agotó para siempre durante siglos. Y lloró con lágrimas de sal que cayeron en el océano formando crestas de espuma cortantes como puñales.
Los peces de colores que hasta ayer bailaban felices en los bosques de posidonia habían huido hacia un destino desconocido al otro lado del horizonte. Y las estrellas de mar se escondieron en las cuevas de corales porque no podían soportar ver aquel espectáculo dantesco.
Y entonces fue cuando todo se apagó. Cuando las tinieblas lo invadieron todo. Cuando se apagaron la Luna y las Estrellas. Y todo se quedó lúgubre, amargo, durante otros tantos siglos.
Y una noche sin luna un duende del bosque volvió a soñar con un mar tan azul como los ojos que tanto amaba. Y entonces la magia de su sueño rompió el hechizo de aquel sueño de un hada que hacía tantos años se rompió en el mar.
Y aunque para siempre quedaron en el fondo del océano aquellos pedazos de sueño convertidos en sal, todo volvió a ser como antes. Y hasta los niños volvieron a jugar en la orilla con los gnomos del bosque mientras caía de nuevo la tarde.
Tal vez esta noche mi sueño me traiga un mar de espejo para que pueda vez de nuevo reflejada tu mirada. Tal vez la luna me arrope con su manto para que no sienta este dolor en mi alma.
lunes, 28 de septiembre de 2009
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