martes, 23 de febrero de 2010

El niño que se reencontró con el alba

Había una vez un niño que una noche leyó un cuento triste y lloró amargamente. Y no se acordó de mirar al cielo, y no se dio cuenta que el sol ya había salido. Así que se quedó durante mucho tiempo atrapado en una noche que pensaba que era para siempre.

Entonces una libélula azul se posó en el cristal de su cuarto y llamó con sus patitas para que le abriese la ventana. Y le contó que había venido de un bosque donde había tantos niños jugando que sus risas no dejaban oir el trino de los pájaros, y que sus pequeños pies levantaban tantos pétalos de flores al girar su corro que se formaban nubes multicolor al atardecer.

Y decidió irse con ella. Y pasearon durante horas y horas y al final se dejaron guiar por el murmullo de griterío que se escapaba por encima de la montaña.

Y entonces el niño se dió cuenta de que un hermoso alba le sonreía y le acariciaba la carita con su calor. Tal vez no se dió cuenta antes de que estaba allí. O tal vez nunca le sonrió y por eso nunca antes sintió su cálido beso.

Aquella noche el niño se fue a dormir acurrucado al lado de una amiga que encontró en el bosque. Y aunque hubo muchas más largas noches, tarde o temprano siempre acabó llegando el amanecer.


No te olvides de besarme al alba para que pueda despertarme cada día con tu calor.