lunes, 3 de marzo de 2014

Amoeba

Definitivamente se perdió tu mirada en la noche. Mira que siempre fue mejor buscar al alba, pero no me hiciste ningún caso. Y ahora te lamentarás de que nadie te advirtió que perdiste tus ojos de gata hace ya treinta siglos.

Ella está preocupada. Me lo ha dicho. Así que mejor es que te busques la vida de verdad para salir de ahí. Desde que él murió ya nada fue lo mismo y lo sabes. Y ella lo sabe. Se le tornaron sus ojeras tan negras como el alma de Luzbel. Así que déjate de lloriquear en lo recóndito del olvidar y ponte en marcha de una vez para atravesar el bosque ese que tanto amaste y que ahora tanto temes.

Acuérdate de beber vino barato para coger fuerza. Ya sabes que el caro no nos gustaba. Y cuidado con pisar la genista aquella, sabes que lleva tantas vidas erguida y orgullosa que nadie se atreve ni a pensar en poderla, ni siquiera el niño ese que jugaba en la playa donde se llora.

Mañana probablemente será otro poema. Como siempre ha sido. Menos mal que siempre nos apetecerá por cansados que estuviésemos. Es lo que tienen los seres virtuosos, que nunca se les agotan las lágrimas de plata. No como a nosotros que a veces nos parece estén hasta dulces, qué tristeza más infinita...

Renace pues. Y muérete otra vez si quieres mañana. Pero no dejes de parir tu último hijo, sabes que si lo haces la vida se acabaría. Así, deja de mirarte el ombligo y mira el de ella, está ya tan flaca que apenas se le ve, por eso tendrás que buscárselo si te queda un rayo de luna para ver.

Buenas noches, me voy a reencarnar en Amoeba, para variar.


Para todas las grandes Amoebas.