sábado, 2 de julio de 2011

Calor, calor, y sueños a raudales

Esta noche evoca en mi alma el olor a baldosines calientes, regados de cerveza y sueños. No recuerdo dónde estaba aquel lugar, una vez lo soñé y apunté la fecha en un almanaque amarillento, pero tampoco me acuerdo por donde lo dejé.

Y entonces fui a buscar una caja de secretos donde había un poema escrito en un cuaderno de espiral. Y la caja no existía, no se si nunca existió. Tal vez nadie escribió nunca aquellos versos, pero una vez pensé en un poeta que tenía delirium tremens y que lo plasmó en su cuaderno, no lo puedo haber inventado.

Miro por la ventana y arde el cielo, calor y más calor. Miro la Estrellita y sigue ahí. Siempre está ahí, cada día brilla más. Se está haciendo gigante, como Ella.

Tengo que ir a buscar algo que olvidé allí, a ver si ya han regado las calles y puedo sobrellevar esta canícula insoportable. Creo que era una bolsa de chuches, creo que estaba en un patio, pero no estoy segura. Tal vez me hice demasiado mayor para comer chuches, sólo espero que Ella siga ahí para guiarme entre las sombras apresuradas de la noche.


Calor, cordura, locura, y más calor. Quimeras impías que no nos dejan dormir. Menos mal que no hay nada que nos consiga quitar de soñar.

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