No me puedo creer que entres por la puta ventana para darme una sorpresa. No. Joder no. Porque hace ya varios siglos que no me gusta la historia que me cuentas esta noche. Una vez escuché una que sí me gustó. Espera, que te la voy a contar...
Erase una vez un reino donde todo olía a flores. Y por eso el rey tenía una hija princesa que olía a malvas silvestres. Y aunque cuando el rey miraba por la ventana sólo veía una pequeña niña traviesa que saltaba los siglos a la comba, la niña princesa se hizo un día mayor. Ella se dio cuenta porque se levantó un día triste. Y entonces se enamoró de un príncipe del reino de los arbustos, que olía igual que la genista en primavera. Y el rey una mañana lloró tanto que se empañaron todos los cristales del castillo durante nosécuántas lunas, y por eso todos los habitantes del reino no supieron si era de día o de noche durante un sin fin de días en los que se olvidaron de bostezar al alba. Por eso el aire se paró y ya nadie salía a respirarlo. Y por eso algunos se tornaron cetrinos como las hojas de otoño.
Pero la princesa quería mucho a su padre, y también a su pueblo. Y como era mágica, como todas las bellas princesas de los cuentos, decidió echar un conjuro bueno con polvo de luna. Así, todos salieron de sus casas a jugar con los remolinos blancos de escarcha. Y el rey, al ver cuanto se divertían todos, se pasó casi un siglo llorando de risa. Y como las lágrimas de risa se tornan miles de pequeñas haditas de las que habitan en las flores y las llenan de rocío, y éstas se llevaron todas las lágrimas a las flores del reino, y así el castillo se desempañó y el reino se volvió más bello que nunca.
Y todos vivieron felices por siempre jamás.
Por eso me desentiendo hoy de tu monserga desañada que ni tú te crees. No me vengas ahora con que fuimos tan etéreos. Ni me vengas tú tampoco con que me quisiste desde siempre. Vaya. Me voy a parar a descansar para no agotarme con todo lo que me tengo que comer antes de reventar de desolación. Por eso dejadme un paz un rato de siglo para que me dé tiempo a echarme la siesta esa que te había dicho.
Como me hastía que solo vengas cuando no te lo mereces. Claro, como eres una diosa pues haces lo que te plazca. Y es que si te das cuentas a todos ellos también les pasa, por virtuosos que sean. Lo que ocurre es que, en mi humilde opinión, yo me lo merezco menos. Así que vete pensando en venir en otras ocasiones, por ejemplo cuando vuelva al mar.
Así que mira, me voy al mar. A darme un baño donde tú y yo sabemos Paulo, cuando la luz se esté yendo, como a mi me gusta. Buenas noche Paulo, buenas noches amigo trasnochado, buenas noches amor arrebatado de permuta mundana.
sábado, 5 de enero de 2013
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