sábado, 18 de enero de 2014

Marieta

Querida Hada del otro lado del mar,

Te escribo para contarte que Bécquer se ha muerto. Decidió tirarse por la ventana que lleva al vacío infinito. Parece ser que lo que quedaba de mundo mundano le resultaba tan tedioso e indigesto que decidió por fin dejarse llevar a donde nada es terrenal, ni siquiera la más bella sonrisa calva.

Menos mal que después de despedirme de su cadáver para siempre me fui a visitar a Marieta. Ella es la chica más flaca que jamás haya conocido. Nunca he entendido donde puede guardar el corazón. Menos mal que el alma la lleva prendida en la solapa de la levita, porque con su nimio respiro no podría llevarla tan siquiera en su aliento.

Hada, Marieta me me ha dicho que quiere conocerte. Yo le he dicho que lea tus poemas. Pero le he advertido que sólo los puede encontrar en las botellas que llegan a mi playa. Así que tendrá que tener paciencia y esperarlas uno y otro atardecer. Y ya le dije que escribías muy triste, pero me ha dicho que eso le da igual, que sólo le importa sentirlos en la piel. Como el agua del mar, me dijo. Me encanta chuparme los brazos y saborear la sal, me decía mientras se reía con sus dientes de ratón. Joder, es tan flaca que cuando se ríe se le marcan todas las arrugas centenarias...

Así pasó hace ya siete lunas. Bécquer se murió y Marieta se dejó vislumbrar otra vez. Eso porque me fijé mucho para que sus huesos no se me perdiesen entre las ramas de los árboles, que si no...

Hada, ya falta menos para que te escriba tu cuento. Ahora no puedo porque se me desgastaron las uñas de tanto rastrillar nuestra arena marrón, así que tengo que esperar a que se me afilen de nuevo. Tú entretanto siéntate a escribir para que Marieta no se impaciente.


A mi Hada y a Marieta la flaca. A ellas, por siempre.

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