domingo, 15 de mayo de 2011

Aquella mujer

Aquella mujer vuelve esta noche a visitarme. Como siempre la oigo llamar a mi puerta y no la abro, pero ella se cuela por mi ventana y se sienta en mi sofá, como siempre impasible, con esos ojos negros infinitos, y me mira fijamente diciéndome con la mirada que no puede hacer nada, tan solo quedarse conmigo una noche más.
Y entonces me voy a la cocina, y me sigue y se pone a hacer un té. Y me tomo el té y se me hiela en las venas, y le grito que se vaya, pero ella ni se inmuta, y me sonríe.

Aquella mujer se mete conmigo en mi cama y me hace estremecer con su gélida respiración. Y otra vez siento un frío insoportable, otra vez no existen mantas en el mundo para calentarme.
Me levanto, no me deja dormir, voy a fumar otra vez, quiero que el humo se lleve mi agonía pero sólo me quema la garganta y no me deja respirar.

Aquella mujer me sigue cuando fumo, cuando me tomo el té, cuando sueño, y no quiero que se meta en mis sueños, quiero que se vaya de una vez, que deje de entrar por mi ventana otra vez, que me deje sola con mi noche oscura. Porque me hace daño su aliento, su mirada, su aspereza, su inclemencia. Y ella permanece inalterable, inquebrantable, firme, estoica, fría.
Tal vez si vinieses esta noche conmigo ella se fuese. Por ahora sigue ahí, en mi sofá, mirándome fijamente.


Buscaré una almohada de Luna a ver si así puedo soñarte esta noche. Tan sólo acuérdate de mi en tus sueños.

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