sábado, 7 de noviembre de 2009

Delirium tremens

No recordaba haber tenido antes ese sentimiento. Incluso cuando aquellas madrugadas le apuñalaron una y otra vez el alma.

Aquel oscuro vacío le tiñó de negro la sangre en las venas. Y cada pulso de su corazón le rasgaba una y otra vez las entrañas. Vacío, soledad, aflicción, y ese tremendo pesar que tanto dolía.

Tal vez una vez más se equivocó y por eso el dolor infinito volvió a apoderarse de su ser. Era tan poderoso que pensó por un momento que jamás se libraría de él.

Y se serenó y se sentó a pensar. Y entonces se vio reflejado en el mar del atardecer. Y se vio una vez más pequeño, pálido, oscuro, imperfecto. Y cuando la luna se reflejó en sus ojos los tornó aún más tristes.

Una vez se inventó un mundo donde no habita el olvido. Y al final su mundo se volvió contra él porque un día ya nadie le recordaba.

Y se fue caminando hacia ese lugar, hacia su querido lugar, allí donde pertenecía y del que tal vez nunca debió partir para orbitar las estrellas.


No dejes de amarme. No quiero caer en la muerte de tu olvido. No quiero morir para siempre.

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