No me avergüenzo ni me avergonzaré nunca de haber soñado de más. Ni de haber perseguido tantos sueños. Esta mañana cuando volví a ver que todo parecía como siempre decidí leer unos cuantos poemas. Y encontré uno de angustia, otro de arrepentimiento.
Y esta noche quiero sólo ser un poeta. Aunque se erice el alma de quien lea estas letras. Pero al menos no derrochan olvido ni entierran lo que siempre fue nuestras vidas. Olvídate de que porque escribas que he muerto voy a morir. A mi también me desespera no vivir allí nunca más. Pero no por eso me quiero cargar todo. Ni tú tampoco. Pero no se por qué te quieres crees que puedes hacerlo.
Yo que tú me dedicaba a volver a plantar esas semillas que guardas en el bolsillo. ¿Sabes? De tanto guardarlas se van a secar, ponlas en tierra y dales agua, tienen sed, sed de vida, sed de letras, de letras de sangre y sal tal vez.
A mi también me cansan los dioses que sólo buscan un reino egocéntrico. Y los que sólo ven belleza la comisura de unos labios pintados de rojo. Por eso un día me quité la ropa para siempre y sólo me cubro del frío con mis alas de plata. Y nunca fui más bello.
Y al final sigo y sigo y no me puedo enfadar. Porque en el fondo leo una sola palabra y me atraganto de tanto talento desperdiciado. ¡Si yo pudiese hacer sólo uno de tus poemas me habría muerto de gusto! Tal vez es que no tenía que morirme para darte por culo con mis letras desvaídas... pues si es así te jodes, no te creas iba a ser tan sencillo convivir en este mundo de letras desvariantes... el que menos loco está... ya sabes que es de atar. Así que no extrañe que te joda yo guapísima, ni ella, ni él (ya sabes quiénes), si te metiste en esto no podrás salir salvo vendas tu alma... y ya la vendiste cuando regalaste tu primer cuaderno de poemas.
Delirium tremens... ¿te acuerdas?
¿Dónde se fue? Se lo llevó un perro en la boca, o una gato en la garra, o un pájaro en un vuelo inconexo, o una rata rateando, o un beso en el aire... no sé...
El caso es que no recordarías nada de esto si yo no te lo contase de vez en cuando.
Allá tú con tu memoria desmemoriada.
Casi mejor... así no tienes que releer ninguna cosa que no te apetezca... hasta que te apetezca.
Hoy no me apetece angustiarme, ni desesperarme. No me apeteció nunca arrepentirme. Ni borrar ni un sólo recuerdo, tan sólo en los que no sentí nada. Y te puedo asegurar que no me salté ni una letra que me rascase el alma así así, como a mi me gusta...
Nunca se deja de morir... así que acuérdate que cada momento perdido te lleva a una muerte más certera, más cercana, sin mi...
jueves, 9 de octubre de 2014
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