Una noche de luna, que puso fin a un día de baile, como
aquellos en los que las muchachas bailaban revoloteando sus faldas, allí nos fuimos,
a buscarlos...
No sabíamos la dirección, sólo aquella carta donde se nos invitaba
a dirigir nuestro pasos hacia país de donde son los besos.
Cuando miré tus ojos negros de noche, enseguida comprendí
que tampoco tú entendías el por qué.
Tal vez fue entonces cuando creí encontrar lo que quizá
aquel día perdí…
O acaso sólo buscaba el qué del por…
Aunque sólo sentí miedo cuando pensé que podrías decirme que
no.
Tal vez era mejor ignorar tus pensamientos, no saber…
Y por eso no me quise acordar de aquellas palabras tan
bonitas que te quería decir…
Sólo espero que no te hayas olvidado de acodarte…
Al final, si algún día lo recuerdas, es lo único que necesito…
No te olvides niña querida, sigue buscándola. Y cuando la encuentres quédatela para siempre, es mi regalo infinito, como la eternidad...